No Basta La Ternura

Chary Gumeta inicia este libro luminoso de dolor al convocar íntimas presencias, un gesto profundamente biográfico en la autora, llega poblado por la identidad de la familia. / La autora parece devolvernos su propio reflejo y así decirnos que nosotros, sin saberlo, somos el refugio de la vida: los abuelos, los padres, los hermanos, el idioma y los cantos de un pueblo que se niega a morir; son la memoria del amor y de la casa.

Ada Zapata Arriarán (Bolivia)

9/13/2024

Mimeógrafo #136
Septiembre 2024

No basta la ternura

Ada Zapata Arriarán
(Bolivia)

“En cada cosa que tiene nombre veo la hechura de mi herida,
en cada nombre se repite tu herida”
JORGE AGUILAR MORA

“Las madres afligidas esperan una señal
Un rastro en cada piedra que levantan
En cada escombro que remueven (…)
Están cansadas
Lloran su propia muerte”
CHARY GUMETA

Chary Gumeta inicia este libro luminoso de dolor al convocar íntimas presencias, un gesto profundamente biográfico en la autora, llega poblado por la identidad de la familia.

La autora parece devolvernos su propio reflejo y así decirnos que nosotros, sin saberlo, somos el refugio de la vida: los abuelos, los padres, los hermanos, el idioma y los cantos de un pueblo que se niega a morir; son la memoria del amor y de la casa.

Ciertamente la casa mira por sus retratos, sus ventanas eclipsadas o a través de los santos inmóviles en sus altares. La elevación de la mirada es inabarcable, en el Laberinto del Sueño y El Entierro de Papá, dos hondos poemas, la amorosa mirada se niega a dejar de ver el paisaje. Se niega a cerrar los ojos a la vida.

Plenas y vívidas son las apariciones de la familia solo para nombrar el tránsito de su desaparición. En esta obra partir, es en verdad quedarse en la casa y transformarse en la morada de la nostalgia. Por eso en No Basta la Ternura, los que alzaron el vuelo en verdad nunca se van, se transforman en la casa amarilla que se humaniza y se animaliza en el abandono: “La enfermedad caminaba a pasos agigantados/murmuraba en los pulmones de papá/una mañana salieron abejas de su boca/y lo liberaron de su sombra (…) Se aferró a la casa y ambas se refugiaron en los ojos de la soledad”.

Y en la morada amenazada de enfermedad la verdadera muerte solo llega vestida de olvido. La autora intuye que el recuerdo es la casa que sobrevive a la muerte de la propia casa. En La Edad “sólo la sombra del pasado persiste/donde alguna vez habitó el mundo/y las mariposas revolotearon sin testigos”. Todos los recuerdos son al fin y al cabo un presente pleno y diamantino que se niega a morir, y todo brilla por su proximidad a la disipación. Pero si la enfermedad llega, se asienta, desplaza el alma de sus habitantes, y corrompe la casa; Chary Gumeta convoca el retorno del alma: la cura que es el soplo, de anhelante vida.

En La Casa de los Abuelos se respira la casa del profundo lenguaje. La poesía chamánica, la palabra vernacular que toca y acaricia amorosamente la frente enferma. La palabra en el idioma originario de los Zoques, rescatada al ser inscrita nuevamente en estas hojas, obra otra dimensión, escapa a la ficción y sale de las páginas de este libro para ser sonido de viva invocación al retorno del alma. La Llamadora del Espíritu, es la palabra de los pueblos originarios indígenas de México, los cantos Zoques que perviven en la sangre de la abuela y la inventora de estos maravillosos poemas, Chary Gumeta. Tal es el alma que retorna al cuerpo, a la amada casa del lenguaje olvidado.

El universo fundacional de la casa como refugio, es una parvada de aves, alado eco del mundo Zoque. En el destierro que antecede al nacimiento de esta casa, la primigenia urdimbre voladora, toma la forma de los antepasados que llegan, se afirman en el árbol fundamental y echan raíces, multiplicándose en los hombres que son árboles y pájaros. “Rosario me nombró /y enterró mi ombligo a los pies de la ceiba/Madre pensó/que al enredarse con sus raíces /recorrería sin problemas los senderos del porvenir /tendría la fuerza necesaria /para remontar el río de las cosas cotidianas”. El árbol es el lugar donde emerge la etnia, el pueblo y la familia fundamental. No es otro el cordón umbilical del cuerpo febril, que al nacer se une a la tierra, al pie del que será un gran árbol, un espíritu gemelo, la sombra de un camino. El árbol, es el tótem multiplicado, la herencia protectora del espíritu de la vida.

El peregrinaje circular de No Basta la Ternura, el destierro que antecede al nacimiento, abre las puertas de este universo silencioso, la casa donde el grito es el reverso de los desaparecidos del mundo.

En La Casa de la Ausencia, la voz de Chary Gumeta parece decirnos ¿Quiénes somos, somos ellos? ¿Acaso estamos también muertos? Los muertos que buscan a sus muertos.

Estamos muertos, nos marcaron con el odio, y nos desaparecieron cuando los desaparecieron, doblemente muertos nos quemaron con el odio y dormimos el sueño imposible de las víctimas. Caminamos sobre la tierra que oculta sus cuerpos, buscando a los torturados, los desaparecidos doblemente amordazados por el olvido. Los muertos cada vez más huérfanos, abandonados, por los vivos.

Por eso, es importante nombrarlos, darles cuerpo y sangre, descubrir el camino secreto de su respiración. Es imprescindible levantarse del pesado sueño de la muerte con ellos, y recordar el día en que salieron de casa, para no volver. Es necesario habitar el tacto de su última caricia, abrigarse con su ropa en la desnudez de la impotencia, y gravitar en el silencio que se apoderó en la casa, abriendo un abismo.

Caminando por la ciudad devastada, en la niebla y la oscuridad de las ciudades del mundo, ensordecidas por “el zumbido de la muerte”, donde “la vida se aferra al cuerpo como una enfermedad”, es donde la soledad de las manos busca. El amor y el odio en los versos de Chary Gumeta no esconden palabras. El silencio cósmico donde nace la poesía, pulsa un lenguaje sin tapujos ni oropeles. En tono coloquial las voces que surgen de los poemas, se abisman y se abrazan en la desolación, sin encontrarse unas a otras. Piden la cabeza del poder que se embriaga de impunidad. Una cadena de voces desde la intimidad amorosa y maternal se levanta.

La apertura de estos versos se consagra nombrando el íntimo, el primigenio lenguaje, el lazo de amor de la autora con su propia madre. Porqué siempre testificó en sus ojos la vida nos dice la autora. Una a una, las páginas de esta obra, atraviesan identidades femeninas, en la casa, como país y mundo. Las voces maternales nos convocan, en el profundo río de sangre que nos habita como humanidad, amados seres, en el incontenible espacio de la otredad.

La poesía denuncia así, el poder y la fragilidad del lenguaje para nombrar el horror. Desde la voz femenina, una poesía de desconsolado realismo, nos golpea con la fuerza de su verbo.

Nos hemos vuelto desconocidos en la oscuridad de la casa. La grotesca información que crece día a día, en proporción a la insensibilidad generalizada, el dorso aterido de las cifras arrinconadas en ficheros, en bibliotecas de las frías academias.

En La Casa de la Ausencia, hay una particular estética, una moral de la forma, enfrenta el profundo vacío que deja la violencia.

Como un homenaje, la segunda parte del libro dedicada a las madres, refiere la desaparición y la búsqueda de sus hijos. Se dirige a las rastreadoras, que deambulan incansablemente por ciudades y campos, investigando en cada terreno baldío, en cada lugar donde se les dice que hay cuerpos. A través de ellas, resuenan las organizaciones como El Colectivo Solecito, en el estado de Veracruz, la fosa común más grande de Latinoamérica, y el colectivo El Fuerte, de Sinaloa, región donde secuestran personas para el cultivo de droga, destinada al comercio en Estados Unidos o el narcomenudeo del norte de México. Incontables desaparecidos, pocos cuerpos encontrados. Descomunales cifras de cuerpos reveladas por los diferentes colectivos buscadores de familiares desaparecidos.

El lector también encontrará, poemas dedicados a las mujeres migrantes en Cuando Migran los Sueños. El perverso escenario del terror, es la frontera de Chiapas con Guatemala, donde mujeres y niños son secuestrados y conducidos a la trata; donde los hombres son vendidos a dueños de grandes cultivos de droga. “Esa época /en que recostados sobre el monte /peleábamos las estrellas /para distraer el hambre/ podemos conversar sobre la pesadilla /de nuestra infancia robada /en aquella casa promiscua /donde se mataban palomas/ y a los cerdos les crecían alas”. La frontera, esa tierra de nadie, donde la violencia está a la orden del día, se suma a la espiral donde se suspenden las palabras de No Basta la Ternura.

Dos maestros en Chiapas, con los que la autora vivió la influencia de la poesía testimonial y contestataria, llevando talleres desde la adolescencia, fueron Oscar Oliva y Juan Bañuelos; integrantes del grupo vanguardista La Espiga Amotinada, de 1960. Los libros Estado de Sitio, de Oscar Oliva, y No Consta en Actas, de Juan Bañuelos tuvieron enorme impacto en su escritura. Con el llamado de Oliva a la escritura, los versos de la autora se exponen y sumergen en el oscuro territorio de las emociones. Cumpliendo los preceptos de Bañuelos, la escritura de Gumeta, herida de imágenes se aventura por una “poesía de visiones en una simultaneidad de tiempos y espacios para lograr una total experiencia en el mundo”.

Las auténticas obras de arte son las que descubren y transgreden lo que oculta el discurso oficial. La autora lo logra. La poesía del silencio levita sobre las palabras, con un fuego de rabia y abatimiento, ante la visión. Toca al lector redescubrir su discurrir en este mundo, tal vez podamos decir con Chary Gumeta que “de algún modo despertamos de la muerte, /despertamos del camino” y nos salvamos de una historia que desfallece de tristeza. En No basta la Ternura, los que fueron arrebatados de la vida, lo demanda. Y también los recuerdos de familia.

CHARY GUMETA

Escritora mexicana contemporánea conocida por su estilo innovador y emotivo. Su poesía a menudo explora temas como la identidad, la memoria, el amor, la naturaleza y la condición humana.

Su obra se caracteriza por:

- Imágenes vívidas y metáforas poderosas
- Un lenguaje rico y evocador
- Una exploración profunda de las emociones y experiencias humanas
- Un enfoque en la narrativa personal y la introspección.

Chary Gumeta ha publicado varios libros de poesía. Los más recientes: EL MAR QUE NOS CORROE (Cascada de Palabras, Cartonera, México, 2024) y NO BASTA LA TERNURA ( Malpaso Ediciones, Honduras, 2024), ha recibido reconocimientos por su contribución a la literatura mexicana.

Su poesía es considerada una voz fresca y auténtica en el panorama literario actual a nivel Nacional e Internacional. Siendo una digna representante de la Cultura Chiapaneca ante el Mundo.