Lasser party
Lord Mégatron recargado sobre las ruinas de un antiguo edificio, observaba con orgullo los restos de su mejor enemigo, quien tendido sobre el pavimento era una desgracia de auto para deshuesadero[...]
NARRATIVA
Mimeógrafo #00
Abril 2013
Lasser party*
Alejandro Licea
Lord Mégatron recargado sobre las ruinas de un antiguo edificio, observaba con orgullo los restos de su mejor enemigo, quien tendido sobre el pavimento era una desgracia de auto para deshuesadero.
La armada decépticon, remataba o perseguía a los heridos y supervivientes autobots, los estallidos se escuchaban cada vez mas espaciados, las llamas altas y sin control se observaban en distintas partes de la geografía terrestre.
Por fin el planeta tierra le pertenecía a aquel monstruo metálico, recorrió el horizonte con la mirada, observó reflexivo el caos, las manchas rojas y los restos de carne humana regados por todas partes, los terrícolas habían sido erradicados en su totalidad.
Decidió hacer vuelos de reconocimiento para alentar a sus tropas, exhibiendo su triunfo militar, se transformó en nave de combate, encendió motores y dejó en el olvido los destripados hierros, del irreconocible Óptimus prime, exlíder de los autobots.
Voló algunos kilómetros con vanidad y se comunicó con sus comandantes; según el protocolo de la cadena de mandos, era el momento para recibir el parte de guerra; tenían prisioneros, en un número de cuatrocientos autobots, sumando la cincuentena de disidentes decepticons.
Una división de destructores aliados del supremo comandante Mégatron; custodiaba a los prisioneros, vigilados dentro de un agujero provocado por una bomba atómica, los autobots cautivos se revolvían heridos, desarmados, la tristeza se reflejaba en su expresión corporal, ya que sus facciones no denotaban emoción alguna.
Después de darle las coordenadas exactas de la ubicación de aquella prisión improvisada, Mégatron recorrió, una buena parte de la tierra destruida.
Caviló en el energón, fuente de vida para aquellos robots alienígenas, cruzó una gran parte del mar, vio en su vuelo, islas con humo negro otras con humo blanco, navíos de guerra humanos flotando averiados y sin rumbo, ballenas lanzando chorros de agua por sus jorobas, ajenas a la extinción humana.
Por fin, cerca de la hora del alba, divisó el lugar donde tenían capturados a los singulares prisioneros, los destructores alienígenas, se habían apostado alrededor de aquel inmenso agujero, caminaban como si estuvieran distraídos apuntando sus armas hacia el interior de la innovada prisión, que de cuando en cuando soltaba una ráfaga laser, por lo que los prisioneros trataban de cubrirse con el cuerpo de otro, de esta manera los obligaban a estar en constante movimiento y al herir a cualquiera de aquellos colosos de metal, la risa electrónica afloraba en aquellas máquinas de guerra, que poseían el prodigio de la transformación en robots humanoides.
Lord Mégatron, observó a los cautivos, meditó un instante, planeó la distancia, a poco más de un kilómetro se veían los edificios de lo que antes era Tuxtla Gutiérrez.
Al llegar vio que después de la enorme especie de explanada, entre los restos humanos, piedra y hierros retorcidos, estaban entre las ruinas pocos edificios y detrás justamente los cerros. Mandó a uno de los destructores a que formara de diez en diez a los presos, para que así, en ese número los fueran sacando del agujero, además que les explicara, que debían hacer lo imposible por recorrer ese kilometro y aquel que llegara a los edificios, podía acceder a su libertad, haciendo un último esfuerzo para alcanzar las montañas; esto mandó, al tanto se acomodaba a un lado de la cárcel decépticon, para destacar en una posición de ventaja visual conforme a su plan.
Los destructores, sacaron al primer grupo a empujones y gritos en su idioma de sonidos electrónicos, al salir el primer grupo, uno de ellos intento arrojarse furiosamente sobre Mégatron, pero cayó abatido por las ráfagas láser de los impresionantes destructores, el metal destrozado de su espalda, quedó sacando humo negro chisporroteando lo que podrían ser sus órganos vitales.
Aquellas increíbles, enormes máquinas, se atropellaban unas a otras, tratando de cubrirse cada uno con el cuerpo del otro, tan violentamente, que al chocar sus metálicos cuerpos sacaban chispas, trozos de si mismos, zigzagueaban veloces, tratando de evitar las descargas, más el general decépticon, hacía gala de su destreza y acierto, derrumbando uno a uno a sus enemigos, la agitación en general era estruendosa.
Salió otro montón de diez prisioneros, Mégatron tiraba sin apuntar, los destructores divertidos, cumplían con su labor, pronto el humo negro se podía ver surgir de los cuerpos de aquellas máquinas vivientes, algunas sufrían violentos temblores por lo que eran rematados inmediatamente por aquellos gigantes sin alma.
En poco tiempo llego la noche, el verdugo uso su visión nocturna, tirando sobre sus opuestos hasta que un sol rojo comenzó a ascender por el oriente.
Mégatron impasible aniquila a los cuatrocientos condenados, excepto uno, que logró llegar a donde estaban el conjunto de edificios derruidos, aquel autobot, brincó encima de los cuerpos de sus compañeros, tirándose a veces al piso y levantándose velozmente, driblando a sus camaradas que caían, algunos sin cabeza, o con el torso atravesado.
En cierto momento pareció quedar atrapado entre dos gigantes compañeros suyos, que caían derribados a su derecha y el otro a la izquierda ambos encima de El, como dos magníficas columnas de acero cayendo una encima de la otra. sintió el peso de aquellos cuerpos, más, una especie de instinto si puede llamársele de tal manera, lo conminó a esforzarse por sobrevivir, tacleando violentamente sin dejar de mover las piernas al hacer contacto, en apenas lo que tarda un parpadeo, Mégatron disparó una ráfaga mas e hirió al que huía en el brazo de metal, los cables asomaron y un líquido espeso amarillo brotó sin prisas de la lesión, en ese justo momento llegó al conjunto habitacional, cubriéndose detrás de los restos de aquellos edificios.
Mégatron continuó disparando, los enormes destructores pidieron permiso para perseguir al fugado, su comandante supremo, solo concedió el permiso de rafaguear aquellos restos de construcción. Los destellos verdiazules de aquellas armas, destrozaron aún más aquel lugar.
El aludido, reapareció en segundos mas allá de esa área, corriendo desesperado rumbo a lo poco de vegetación de los cerros, los destructores se precipitaron al lugar donde se hallaba su general, uno de ellos, apunto su arma a la mancha de colores, que se veía ascender a pocos metros de los árboles que cubrían una parte del cerro, disparó un solo tiro lasser, el punto pareció detenerse, pero pronto se perdió entre la maleza.
Mégatron, cansado, ordenó a los destructores, dejar en paz al fugado, sin comprender aquella actitud, mas acatándola, como militares que eran, se retiraron al campamento base, escoltando al supremo comandante Lord Mégatron, a reponer fuerzas.
Abstraído en su cámara de silencio, pensó en el autobot que permitió escapar.
Dejarlo reclutar adeptos, dejarlo un tiempo formar un ejército, aquello era necesario se dijo para sí, por que la guerra, era la razón de su propia existencia.
Fin
*Basado en el fragmento, la fiesta de las balas, de Martin Luis Guzman.