La mano del fondo del mar

Yo no entiendo por qué a mi primo se le ocurrió aventar o depositar las cenizas de la prima en el mar, y más que no nadó tanto, casi fue como a 15 metros de distancia de la playa, ni media alberca olímpica.

NARRATIVA

Carlos Abraham (Líbano-México)

8/20/2024

Mimeógrafo #135
Agosto 2024

La mano del fondo del mar

Carlos Abraham
(Líbano-México)

Yo no entiendo por qué a mi primo se le ocurrió aventar o depositar las cenizas de la prima en el mar, y más que no nadó tanto, casi fue como a 15 metros de distancia de la playa, ni media alberca olímpica.
Ahora cada que vamos a nadar por esa parte, como seña está la cuerda de medición de ahí, para que no se metan las motos de agua. Me da un fuerte miedo, siento cuando estoy nadando, que se ve esa oscuridad del fondo marino de Acapulco. Ahora ahí hay una mano sedienta de jalarme a mí y a toda mi familia, hasta ese fondo de más de 30 metros de profundidad donde se encuentran barcos hundidos y un mundo de diferentes peces de esa oscuridad.
Regresamos al lugar, justo al año de haber depositado las cenizas, después de haber rezado un rosario completamente. Sentados sobre la arena, nos metimos mi primo y yo con uno de mis hijos, nadamos la distancia que sabíamos era la correcta, 15 metros. En el cielo se aprecian algunas nubes, se siente gris.
Sentimos cómo se movía algo en el fondo del mar, sabíamos que no llegan hasta ahí los delfines, no supe qué paso, vimos cómo se formó en el fondo un remolino pequeño que jaló a mi primo, por su peso, era raro que lo hubiera jalado completo. Después jaló a mi hijo y vi cómo desaparecieron los dos de mi vista que, por estar en el pacífico, el agua no era tan clara. No logré ver qué pasaba en la profundidad, solo se escuchaba el ruido del movimiento circular del mar, pues estaba todo turbio.

No sabía si gritar o mover las manos para pedir ayuda, vi al de CAPTA a lo lejos, le movía rápidamente las manos, quería llegara a salvarme de ese mar con un movimiento raro. La prima nunca nos perdonó que solo se depositó de esa forma simple y no en el lugar religioso y purificado, ha de haber querido quedar en un camposanto.
Sentí cómo me fui hasta el fondo succionada por un jalón de manos en mi pierna, así fue el fin de una familia que no entendió que las cenizas se depositan en las iglesias, aunque el sacerdote haga su negocio cobrando por este servicio. Qué cantidad de manos existirá ahora ahí jalando a los nadadores. “Padre nuestro que estas en los cielos, perdónanos”.