Francisco Araya Pizarro (Chile) - Los herederos de Yggdrasil

Cuando los hielos llegaron, no fue como en las historias. No hubo señales, ni advertencias, ni lluvias de fuego, ni profecías cumplidas. Solo un día, el sol dejó de calentar, y la nieve no se derritió nunca más.

10/10/2025

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#149 | Octubre 2025

Los herederos de Yggdrasil

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Francisco Araya Pizarro
(Chile)

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Cuando los hielos llegaron, no fue como en las historias. No hubo señales, ni advertencias, ni lluvias de fuego, ni profecías cumplidas. Solo un día, el sol dejó de calentar, y la nieve no se derritió nunca más. Lo llamaron “el Gran Congelamiento”. Las ciudades fueron tragadas por glaciares, la superficie de los mares se volvió dura como piedra, y la humanidad, en sus restos dispersos, tuvo que aprender de nuevo a vivir envuelta en pieles y acero. Erik nació en este mundo. Era hijo de la tribu del Colmillo de Lobo, guerreros curtidos por la ventisca, defensores de los valles del norte. Su aldea era un círculo de cabañas de madera y hueso, rodeadas por empalizadas hechas de árboles petrificados por la helada. Desde niño, Erik destacó con el hacha, pero también con las preguntas. ¿Por qué peleamos por tierra que no alimenta?, ¿Por qué honramos a dioses que no responden?. Su duda no lo hacía menos valiente. En las pruebas del solsticio, fue el único en domar al lobo blanco y sobrevivir tres días sin fuego. El consejo lo respetaba, aunque lo vigilaban. Su único confidente era Bjorn, su amigo desde la infancia. Más grande, más rudo, pero con la lealtad de un oso.

Fue durante una jornada de caza cuando todo cambió. Persiguiendo a un alce por los páramos congelados, cayeron en una grieta abierta por el deshielo. Allí, entre hielo antiguo, descansaba una nave, un gigante de acero y luz dormido. Entraron con cautela. La tecnología aún latía, como el corazón de un dios enfermo. Encontraron una cápsula. Dentro, un holograma tembloroso comenzó a hablar en una lengua olvidada. El mensaje, entrecortado, hablaba de “la Lanza de Yggdrasil”: un artefacto creado para restaurar el clima, perdido cuando el mundo cayó.

Erik sintió un llamado. No uno de ambición, sino del deber. Salvar a su gente no con la fuerza, sino con el conocimiento. Bjorn dudó en un primer momento, pero lo siguió.

Su camino los llevó al este, más allá de los picos helados, donde habita la tribu del Cuervo de Plata. Allí conocieron a Freya, hija del caudillo. Ella había soñado con una lanza que brotaba raíces en la tormenta. Cuando vio a Erik, supo que su destino estaba atado al suyo. Y más allá de las tierras del hielo, en los fiordos donde el mar aún respiraba, hallaron a Loki. No el dios de las mentiras, sino un navegante con lengua afilada y manos de ladrón, características que hacen honor a esta deidad. Sabía rutas, viejas leyendas. Conocía el mito de que la Lanza dormía bajo las Montañas Heladas. El viaje fue una prueba. Criaturas de enormes colmillos y sombras vivas les acechaban. Tribus como los Garras Negras intentaron robarles, pero Erik, guiado por voces que solo él oía, los condujo a salvo. Esos susurros eran espíritus. Antiguos, sabios. Lo llamaban “heredero”.

En el paso de las cumbres, hallaron la entrada: un arco de hielo, tallado con símbolos de dos mundos. Dentro, un guardián. Una máquina viva, de ojos como brasas de color azul. Les habló con voz de trueno:

—“¿Sois dignos de la Lanza, o solo buscáis su poder?”.

Erik dio un paso adelante. No habló de conquistas, ni de gloria. Habló de hambre, de hielo, de niños muriendo sin el calor de un fuego. El guardián lo miró… y se apartó.

La lanza estaba allí. Suspendida en un árbol muerto, cuyas raíces eran tubos de energía y savia de metal. Erik la tocó. El mundo tembló. El hielo crujió.

Con la lanza en mano, regresaron. Los ríos comenzaron a fluir. El cielo, a despejar. Por primera vez en siglos, el suelo dio fruto. Las tribus, asombradas, dejaron las armas; había comida para todos, no había necesidad de luchar.

Erik no tomó trono. Fundó el Consejo de los Herederos, donde hombres de palabra, guerreras de lanza, navegantes y sabios decidían juntos.

Freya llevó el símbolo del Cuervo a todas las tribus. Bjorn enseñó a los jóvenes el valor de proteger. Loki partió en busca de otras reliquias.

Y Erik… se volvió una leyenda.

Bajo los nuevos cielos, los niños comenzaban a escuchar su historia:

—“Cuando el hielo gobernaba, hubo un hombre que escuchó al árbol del mundo. Y gracias a él, la primavera volvió…”.

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