Francisco Araya Pizarro (Chile) - El orbe nos cuenta…
Hace milenios, el universo tembló bajo la furia de un evento cósmico que los registros llamaron “La Gran Fractura”.

Mimeógrafo
#151 | Diciembre 2025
El orbe nos cuenta…
Francisco Araya Pizarro
(Chile)
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Hace milenios, el universo tembló bajo la furia de un evento cósmico que los registros llamaron “La Gran Fractura”. Un cataclismo de proporciones que desgarró los tejidos del espacio-tiempo, dispersando sistemas solares, astillando planetas y extinguiendo civilizaciones enteras, como las del Planeta Tierra. De aquella devastación surgieron nuevas culturas, forjadas en el caos de aquellos terrestres que lograron sobrevivir, guiados por una energía invisible que en ese momento desconocían, pero que lo permeaba todo: “la energía divina”. Rigeline 7 era un mundo desértico, olvidado incluso por las rutas comerciales. Allí vivía Ly Drexel, una joven piloto con manos de ingeniera y alma de navegante. Su nave, “La Naur”, era un modelo oxidado, pero suyas eran las manos que la mantenían viva aquella lata anticuada. Ly ganaba créditos haciendo repartos arriesgados entre colonias rebeldes y comerciantes dudosos. Pero, todo cambió el día en que recibió una señal de auxilio codificada desde los anillos de Lantor, una estación minera abandonada. Al llegar, encontró solo silencio, cadáveres… y a Kamlan Mordar. Herido, cubierto de polvo y con un sable roto colgado del cinturón. Ly reconoció el símbolo de su túnica: era un Guardián Estelar. Ella pensaba que ya no existían.
Kamlan, un exiliado que había perdido su conexión con la energía divina, había seguido una pista hasta Lantor: la ubicación de un antiguo orbe estelar, que registró la historia que está usted leyendo, mi estimado lector. Con su ayuda, Ly lo extrajo del núcleo de la estación. Al activarlo, un mapa tridimensional emergió, señalando mundos prohibidos y una leyenda: “El Orbe de la Eternidad controla lo que ni el tiempo se atreve a tocar”. Aquello los convirtió en objetivos. El Gran Orden Galáctico y la Coalición de los Mundos Libres querían el Orbe. Ambos afirmaban querer paz. Ambos sabían que quien poseyera el artefacto podría doblegar la galaxia a su voluntad. Perseguidos por la Inquisidora Malis —una cazadora despiadada y antigua aprendiz de Kamlan—, Ly y su nuevo aliado iniciaron un viaje a través de sistemas olvidados. Se unieron a ellos Maia Moorider, una guerrera que sobrevivió al exterminio del último gran conflicto que tuvo la galaxia, en el cual murieron muchos guerreros. Ella hablaba en enigmas, y Korrin “Krayt” Draven, un contrabandista con más vidas que un gato y que su propio carguero estelar.
Cada planeta revelaba una clave: en el mundo de hielo de Narkuun, enfrentaron a cazadores nativos. En las junglas orbitales de Erona, liberaron una colonia de niños sensitivos a la energía que estaban siendo explotados. En cada paso, Kamlan se acercaba de nuevo a aquello que había perdido. Ly, en cambio, descubría algo que nunca había sospechado: la energía divina la guiaba, la tocaba, le hablaba en sueños de fuego y estrellas; eso le decían los niños sensibles que la guiaban.
Finalmente, llegaron a Elen-Tar, un templo sepultado en un asteroide, donde las luces de las estrellas parecían llorar. Allí yacía el Orbe, suspendido entre raíces de cristal y guardianes de energía pura. Malis les esperaba con un destacamento de soldados del Gran Orden. Entonces, se vieron en un brutal combate. Korrin cayó protegiendo la entrada. Maia enfrentó a antiguos recuerdos materializados por el Orbe. Kamlan se batió contra Malis en un duelo de espadas. Pero fue Ly quien llegó al centro. El Orbe la reconoció. Le ofreció poder: rehacer la galaxia, resucitar mundos perdidos y la historia. Pero también le mostró los horrores de una voluntad sin límites. Ella eligió el equilibrio. Con la energía divina fluyendo por su cuerpo, selló el Orbe en un vórtice de armonía, inalcanzable para quienes buscaban dominar. Malis fue derrotada. Kamlan, perdonado por la energía divina, murió en paz.
Después de aquella desafiante batalla, Ly regresó a Rigeline 7, pero ya no como la piloto solitaria. Ahora, se convirtió en una mentora, guía de una nueva orden que no impondría dogmas, sino que enseñaría a escuchar la energía divina. Su historia, y la de quienes caminaron con ella, se narró en los planetas y lunas, gracias a este orbe.
Y así nació una nueva orden de guerreros ligados a la energía divina. Porque incluso cuando las galaxias se fragmentan, hay luz que se niega a apagarse.
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