Francisco Araya Pizarro (Chile) - El horizontal moebius
El cielo tenía el color del acero. Las ciudades eran jaulas verticales donde la vida se movía por la rutina y el miedo.


Mimeógrafo #148
Septiembre 2025
El horizontal moebius
Sub
Francisco Araya Pizarro
(Chile)
Cita
El cielo tenía el color del acero. Las ciudades eran jaulas verticales donde la vida se movía por la rutina y el miedo. El Consejo Central gobernaba con un férreo puño invisible; sus ojos eran drones, su voluntad eran algoritmos. Todo estaba vigilado. Todo estaba prohibido. Incluso la memoria.
David Duarte, un joven científico con una mirada que brillaba más allá de las pantallas. Oficialmente, trabajaba como analista de datos en el Instituto de Equilibrio Social. Extraoficialmente, en las profundidades oxidadas de la Zona 9, construía una máquina que no debía existir: un manipulador de energía cronocúbica. Una puerta del tiempo.
—“No queremos retroceder para escapar” —se repetía—. “Queremos retroceder para corregir”.
El proyecto era solitario hasta que encontró una transmisión codificada. Una voz suave, decidida:
—“Si puedes abrir portales, te necesitamos”…
Era Mara, líder de una red oculta de resistencia llamada “Amanecer”. Junto a Marius, ingeniero de sistemas y saboteador, lideraban células diseminadas por la ciudad-estado. Su objetivo: derrocar al Consejo y devolver el poder al pueblo.
David se les unió. Compartió su hallazgo: un portal temporal que, si era sincronizado con relojes nucleares antiguos, permitía viajar en el tiempo. Así que nuestros protagonistas viajaron a épocas clave: la invención de la inteligencia civil, el inicio del racionamiento global, los primeros levantamientos silenciados. Trajeron ideas, herramientas, esperanza.
Pero el Consejo se dio cuenta de lo que estaba pasando. El general Roth, director de vigilancia suprema, identificó anomalías en el flujo digital. Activó la “Iniciativa de Preservación Temporal”: una cacería sin tiempo. Agentes disfrazados de civiles, sensores en el viento. Mara organizó retiradas tácticas al ver estos agentes cerca de las células y refugios de la resistencia. Marcus protegió las rutas del portal, que eran más preciadas que el oro en estos momentos. David, entre cálculos y escapes, comprendió que su creación podía ser tanto llave como arma.
Un día, recibieron una alerta. El Consejo había localizado la central de Amanecer. No había tiempo para evacuar. Solo para actuar. Mara trazó un plan: un asalto directo al salón del Consejo. Para eso, usarían el Portal del tiempo. Entrarían desde cinco puntos días antes de que el consejo los descubriese. Un ataque en el pasado.
David dudó.
—“¿Y si fallamos?”.
Mara sonrió.
—“Entonces que el tiempo recuerde que lo intentaron”.
La operación se activó al amanecer. En la línea base, Marius y los ingenieros liberaron la Zona 12, abriendo paso a las tropas civiles. Así viajaron a una semana antes; Maya se infiltró en la fundación del sistema automatizado que ahora los rige, saboteando su código desde su origen. David accedió al salón del Consejo con un equipo de cronoguerreros.
En poco rato, los guardias del recinto del consejo se percataron de la intromisión y presentaron batalla contra los cronoguerreros; todo fue brutal. Láseres contra ametralladoras, drones contra bombas de humo. Cada momento era una fractura en el tiempo-espacio. Cada decisión, un eco. Mara enfrentó al Roth de hace una semana; aunque no expresaba una evidente sorpresa por el ataque, sabía que el evento lo pillaba desprevenido en un duelo de palabras y fuego. Marius cerró las rutas de reinicio del sistema. David, frente al Roth, activó el pulso reversor.
Lentamente el mundo se detuvo, como si fuera una película en cámara lenta, quedando el sonido del aire en movimiento, a pesar de que había disparos y fuego.
Y luego, se encendió.
Las torres del Consejo empezaron a colapsar. Las pantallas en blanco. El cielo recuperó su color. La gente salió a la calle, confusa, pero libre.
Pero, Mara no regresó del pasado. Su rastro se perdió entre líneas divergentes. Una estatua suya fue levantada en cada zona liberada. Una palabra en su base: “Renacer”.
David cerró y escondió el portal temporal en un lugar donde nadie lo encontraría, con trampas para protegerlo. No estaría así para siempre, pero era seguro por ahora. El tiempo, pensó, no era un enemigo. Era un aliado que exigía respeto.
Con Marius y los sobrevivientes, fundó una nueva Asamblea. No de líderes, sino de voces.
El portal seguía bajo, bajo tierra, silencioso. Esperando. Porque tal vez, algún día, el tiempo volvería a necesitar ser salvado.
Y alguien tendría que cruzarlo.
En el salón del consejo, una mujer mayor, miraba por la ventana el cielo asoleado que todos los ciudadanos empezaron a apreciar. Una joven se le acercó y le dijo:
—”Tenía razón en todo, la incursión temporal, la rebelión que salió exitosa… Es usted una adivina, ¿cómo lo supo?”.
La mujer mayor se da vuelta elegantemente con vestido formal y cabello entrecano y le dice a la joven:
—“Yo siempre lo supe, mi niña, era parte del plan y me alegro que todo haya salido bien”.
La mujer mayor era Mara.
Cita