Fernando Pandolfi (Honduras-Italia) - Monologo de una mujer moderna
El doctor que entregó el diagnóstico de la mujer que llegaría después de la lluvia, quejándose, con un traje sumido al cuerpo, delgada y cabello largo hasta la cintura de abeja, como de esos anuncios de cremas y de aparatos de gym.

Mimeógrafo
#150 | Noviembre 2025
Monologo de una mujer moderna
Fernando Pandolfi
(Honduras-Italia)
Cita
El doctor que entregó el diagnóstico de la mujer que llegaría después de la lluvia, quejándose, con un traje sumido al cuerpo, delgada y cabello largo hasta la cintura de abeja, como de esos anuncios de cremas y de aparatos de gym. Detenido en el tiempo, el galeno toma papel y lápiz, sentado al otro lado del escritorio del consultorio de paredes celestes, sobre la planicie un trofeo merecedor del mejor médico del país. Algunas cajas diminutas desperdigadas de medicamentos nuevos sobre los males y síndromes contemporáneos, como ser el síndrome del guachimán: [ desvelarse toda la noche y dormir todo el día].
El síndrome del sombíes— [ caminar con ojo abierto y el otro cerrado]. [El síndrome de la mujer menstrual], — cinco días con stress, esquizofrenia y deseos de ponerle fuego al mundo. Escuchando el audio grabado sobre las pesquisas y confesiones de la mujer sin nombre.
El Dr. Cero no me dio información sobre la persona a investigar. Solo me proporcionó una historia muy alborotada y desperdigada de esas de YouTube.
Son las 5,00 a.m.
El despertador con sonidos estridentes inició el ruido secuencialmente—arrítmicamente—bestialmente—jodidamente, sin detenerse por varios—instantes momentos— tiempos— minutos.
No hay stop, solo play de sonar y sonar hasta reventar las glándulas auditivas.
—No tengo fuerzas, ni para estrellarlo contra la pared, estoy terminada, quiero quedarme en casa como siempre, en las aventuras culinarias, cocinando, escuchando música pop, hip-hop, bachata, merengue, cantando, aunque sea desentonada como lo hacen los karaokes.
Si tuviera un perro como mascota lo pasearía por el vecindario y en el parque al otro lado de la esquina. Hacer de todo y todo, aunque el cerebro se me empieza a detener como una máquina en la que ya no funcionan sus bielas y motores.
Aun que de por sí, intencionalmente curiosamente tangencialmente saber quién fue la autora precursora inventora de la idea de reivindicar los derechos feministas.
Quien fue de la ocurrencia nefasta transmigracional y absurda de llevarnos a una especie de esclavitud disfrazada de liberación de la mujer.
En los tiempos anteriores, antes de que naciera, en tiempos de mi abuela: Mi abuela transcurría en el crochet bordando como una Penélope moderna. Diseñada y planificaba las exquisitas recetas con sus vecinas y amigas. Al mediodía subyacía en los bordes multicolores del jardín. Dedicándose a educar a los hijos y cortando el césped.
La vida era un gran curso de artesanos, medicina alternativa y cocina.
Después la angustia del siglo XX se bifurcó en autopistas virtuales, la ciber/realidad aunada a nuestros sentidos, pantallas líquidas, hologramas incendiarios, — cibernetismo/anclaje en la conciencia que ha quedado vaciada en los post y muros de los absurdos mundos de las redes antisociales.
Ahora, en este momento, el teléfono discurre, las telenovelependejas atenazan la domesticación del universo hogareño, la píldora en chip en el antebrazo femenino, el control furtivo natal, la tarjeta de crédito posteada en la holo/cuenta espacial en internet.
—¿Cuántas horas de paz?
—Esa pendejita que andaba ocurriéndosele abrir las jaulas de los matrimonios, soltarnos, evitando el contacto con el patriarcado y con la sanguinaria pseudopolítica del machismo imperante.
—Nos quitó el corpiño, nos hizo abandonar la magia de la cocina con sus delicados menús diarios de familia.
—Acusación con esquizofrenia tardía
—¡La susodicha, doctor!
Vino a contaminar a varias, a otras rebeldes inconsecuentes con ideas raras sobre “vamos a conquistar nuestro espacio” Dice ahí en YouTube.
—¿Qué espacio, ni qué mierdada?
—¡Sí, ya teníamos la casa entera!¡Toda la circunferencia del barrio era nuestro, el mundo armónico del hogar a nuestros pies! El complejo de culpabilidad por acto de desobediencia.
El espacio geopolítico del dormitorio nos pertenecía. Porque la posición estructural de una chancleta estaba bajo nuestras decisiones, la anarquía de un cepillo de dientes, la tiranía de una sábana con nuestro olor, y las lavadas con la suavidad de nuestras manos.
—Pérdida de identidad maternal y ausencia del papel matriarcado en tiempos del neolítico.
Teníamos el dominio completo sobre los hombres; ellos dependían de nosotras para comer, vestirse...y ahora... —¿A dónde carajos están, dondeeee? —dijo recostada en el diván, entre murmullo de palabras incoherentes y absurdas.
Cuando agoniza el día y llega la noche. No hay éxtasis, ni seducción. Ya aparecemos con migrañas insólitas, dolores de vientres inventados. Salimos con argumentos insólitos, excusas con mucho cansancio.
—¡Vaya nuestro espacio!
Ellos subyacen en el orgasmo de la confusión, en un gang bang de funciones y roles, huyen de los compromisos y de las lealtades. Ya no los tenemos en nuestro poder. Nuestra liberación fue el punto y final. Fue el despegue del cohete del desamor.
—Padecimiento de perdida onírica amorosa.
—¡Sí, dr.! ¡Este chistecito social! Nos terminó lanzándonos a la celda de la soltería y que nos convirtiéramos en objetos sexuados, en maniquíes sin cabeza, en espantapájaros femeninos liberados en los pasillos del trabajo y de la competencia.
—Padecimiento de soltería crónica precoz.
En tiempos anteriores los casamientos y los matrimonios de larga duración, como de esas baterías de alto voltaje. Ahora, un divorcio es la licencia perpetua, hasta de darles manutención a los &&&&###@@@%%%**.
—¿Dr.? ¿Qué explicación coherente y médica de la existencia de la liberación de las mujeres? ¿Acaso es que siempre fuimos débiles? ¿Vaya fútil fragilidad que coronó a los machos cabríos?
—Solo mire y compare la estructura anatómica— bíceps del ser hombreril con la suavidad y delicadeza de nuestro diseño muscular y óseo. Adán se sometió a Eva, liberación, vanidad y banalidad.
—Indicios prematuros de un síndrome de letargo ambiguo.
— [ Usted no entiende la Visa de la liberación en la óptica en que se refleja el hipermundo. Es atajo que usted no podrá sobrevivir como mujer.
—Ya no soporto ese tal mito de la dieta de cintura de abeja. Parecerse a la estructura endosada de una escoba en pleno albor. Con unas nalgas afinadas con esos Gym de T.v Offer. O con las seudo dinámicas dietas maltrechas de vegetarianos en huelga. Piernas con las curvas cuánticas de una modelo top de alguna revista de fama en la Forbes. La ansiedad de ir y venir del Gym. Arreglar mi vida, según los males del siglo XXI, ponerme cremas antiarrugas en los colaterales óvalos de las pestañas, visualizar los catálogos de falos de plástico con tamaños exuberantes para terminar de hendir las válvulas de Papanicolau.
Tiempos aquellos en que los machos no tenían que beber pastillas de colores azules para elevar a la raíz triásica sus potencialidades. Ahora con los males de la prosta. Ya no llegan ni una jugada olímpica, ni una competencia de hípica, se cansan, les pega ese mal de las taquicardias periféricas o los males de terminar la carrera sin llegar a la meta de Grand Prix.
Ese ritual de parecer una flaca, de evitar las lonjas de neumático en las ondulaciones lacias del ombligo, hasta las piernas con cráteres de hoyuelos en cada sopor de las glándulas sudoríparas. Se imagina doc, cuando se llega a vieja, pues la dermis se va arrugando como un viejo trapo que ni con planchadores posmodernos se suavizan.
Las liposucciones y las operaciones de bubis realizadas con el mejor handle de la región. Eso de maquillajes que salpican el cutis. Rellenadas de sombras y de delineadores que nos hacer posar como las más herméticas máscaras humanas. La belleza en carne viva. La belleza de la simulación. Somos ahora una máscara completa.
Mantener el cabello impecable, domado con el mejor peinado de la moda, que cause sensaciones múltiples. O quizás el regreso a la desnudez de Eva o al vestuario de candados en la época oscurantista del medievo. Si hubiera sido mujer en esos tiempos, quizás no hubiera dejado que me pusieran un cinturón de castidad. La idea de propiedad en la mujer surge con la iglesia, nos miraban como diablos o demonios, seres que podríamos seducir. Pero tampoco, podíamos ser esclavas totalmente o libres totalmente, el equilibrio, dr.
—Discurso diarreico pre verbal continuo con amensalismo discontinuo basado en la necesidad de ser poseída.
—Se fija un tiempo que nos arrolla, que nos esclaviza, elegir los zapatos, y los accesorios que nos adornan, que traslucen esconder la naturaleza de la vida. Ya eres esclava de una oficina, ahora eres la que maniobra y maneja, que se viste con pantalones, que se revela, denuncia y demanda. Ahora, ya no seremos esas mujeres que nos escondíamos en el amor de una carta o de un poema. Todo eso, esa maldita que promovió esos movimientos, debe estar escondida entre enciclopedias, en algunos anaqueles, en algunos libros, en algunos cibergramas, en algún pensamiento liberado que nos esclavizó de nuevo.
—Temeridad en el sopor de ser libre. Miedo a la libertad.
Instalarme todo el día frente al PC trabajando como una esclava posmoderna con un teléfono en el oído resolviendo problemas, uno tras de otro. Es la plusvalía exacta del valor agregado y el impuesto existencial que estamos pagando. Sin estrías. Con depilaciones matemáticamente exactas. Perfumadas hasta que, él nos impregna el alma. Uñas acrílicas, la fortuna de hablar de curriculum vitae, con ultras maestrías y doctorando en todo lo que quiera, menos con el diploma original de mueve meses. Se nos acabó la condecoración materna.
—Problema de AntiEdipo temprano
—Es el título incrédulo de súper mujeres. Aunque no me arrepienta de todas estas pendejadas expresadas. Si de algo estoy segura, que estos carajos nos siguen dominando.
¿¿¡¡¡QUÉ PASAAAAAA!!!??
¡¡¡YA BASTAA!!!
El doctor me dijo que el caso de la mujer culminó con el recetario de diversos consejos psicosomáticos.
Necesita: ser satisfecha en todos los orbes de su existencia. Inicia con un viaje turístico.
Un viaje a África, terminaría con el monólogo complejo de la mujer.
Ibidem lado B
Un viaje a África, terminaría con el monólogo complejo de la mujer.
Necesita: ser satisfecha en todos los orbes de su existencia. Inicia con un viaje turístico.
El doctor me dijo que el caso de la mujer culminó con el recetario de diversos consejos psicosomáticos.
¡¡¡YA BASTAA!!!
¿¿¡¡¡QUÉ PASAAAAAA!!!??
—Es el título incrédulo de súper mujeres. Aunque no me arrepienta de todas estas pendejadas expresadas. Si de algo estoy segura, que estos carajos nos siguen dominando.
—Problema de AntiEdipo temprano
Instalarme todo el día frente al PC trabajando como una esclava posmoderna con un teléfono en el oído resolviendo problemas, uno tras de otro. Es la plusvalía exacta del valor agregado y el impuesto existencial que estamos pagando. Sin estrías. Con depilaciones matemáticamente exactas. Perfumadas hasta que, él nos impregna el alma. Uñas acrílicas, la fortuna de hablar de curriculum vitae, con ultras maestrías y doctorando en todo lo que quiera, menos con el diploma original de mueve meses. Se nos acabó la condecoración materna.
—Temeridad en el sopor de ser libre. Miedo a la libertad.
—Se fija un tiempo que nos arrolla, que nos esclaviza, elegir los zapatos, y los accesorios que nos adornan, que traslucen esconder la naturaleza de la vida. Ya eres esclava de una oficina, ahora eres la que maniobra y maneja, que se viste con pantalones, que se revela, denuncia y demanda. Ahora, ya no seremos esas mujeres que nos escondíamos en el amor de una carta o de un poema. Todo eso, esa maldita que promovió esos movimientos, debe estar escondida entre enciclopedias, en algunos anaqueles, en algunos libros, en algunos cibergramas, en algún pensamiento liberado que nos esclavizó de nuevo.
—Discurso diarreico pre verbal continuo con amensalismo discontinuo basado en la necesidad de ser poseída.
Mantener el cabello impecable, domado con el mejor peinado de la moda, que cause sensaciones múltiples. O quizás el regreso a la desnudez de Eva o al vestuario de candados en la época oscurantista del medievo. Si hubiera sido mujer en esos tiempos, quizás no hubiera dejado que me pusieran un cinturón de castidad. La idea de propiedad en la mujer surge con la iglesia, nos miraban como diablos o demonios, seres que podríamos seducir. Pero tampoco, podíamos ser esclavas totalmente o libres totalmente, el equilibrio, dr.
Las liposucciones y las operaciones de bubis realizadas con el mejor handle de la región. Eso de maquillajes que salpican el cutis. Rellenadas de sombras y de delineadores que nos hacer posar como las más herméticas máscaras humanas. La belleza en carne viva. La belleza de la simulación. Somos ahora una máscara completa.
Ese ritual de parecer una flaca, de evitar las lonjas de neumático en las ondulaciones lacias del ombligo, hasta las piernas con cráteres de hoyuelos en cada sopor de las glándulas sudoríparas. Se imagina doc, cuando se llega a vieja, pues la dermis se va arrugando como un viejo trapo que ni con planchadores posmodernos se suavizan.
Tiempos aquellos en que los machos no tenían que beber pastillas de colores azules para elevar a la raíz triásica sus potencialidades. Ahora con los males de la prosta. Ya no llegan ni una jugada olímpica, ni una competencia de hípica, se cansan, les pega ese mal de las taquicardias periféricas o los males de terminar la carrera sin llegar a la meta de Grand Prix.
—Ya no soporto ese tal mito de la dieta de cintura de abeja. Parecerse a la estructura endosada de una escoba en pleno albor. Con unas nalgas afinadas con esos Gym de T.v Offer. O con las seudo dinámicas dietas maltrechas de vegetarianos en huelga. Piernas con las curvas cuánticas de una modelo top de alguna revista de fama en la Forbes. La ansiedad de ir y venir del Gym. Arreglar mi vida, según los males del siglo XXI, ponerme cremas antiarrugas en los colaterales óvalos de las pestañas, visualizar los catálogos de falos de plástico con tamaños exuberantes para terminar de hendir las válvulas de Papanicolau.
— [ Usted no entiende la Visa de la liberación en la óptica en que se refleja el hipermundo. Es atajo que usted no podrá sobrevivir como mujer.
—Indicios prematuros de un síndrome de letargo ambiguo.
—Solo mire y compare la estructura anatómica— bíceps del ser hombreril con la suavidad y delicadeza de nuestro diseño muscular y óseo. Adán se sometió a Eva, liberación, vanidad y banalidad.
—¿Dr.? ¿Qué explicación coherente y médica de la existencia de la liberación de las mujeres? ¿Acaso es que siempre fuimos débiles? ¿Vaya fútil fragilidad que coronó a los machos cabríos?
En tiempos anteriores los casamientos y los matrimonios de larga duración, como de esas baterías de alto voltaje. Ahora, un divorcio es la licencia perpetua, hasta de darles manutención a los &&&&###@@@%%%**.
—Padecimiento de soltería crónica precoz.
—¡Sí, dr.! ¡Este chistecito social! Nos terminó lanzándonos a la celda de la soltería y que nos convirtiéramos en objetos sexuados, en maniquíes sin cabeza, en espantapájaros femeninos liberados en los pasillos del trabajo y de la competencia.
—Padecimiento de perdida onírica amorosa.
Ellos subyacen en el orgasmo de la confusión, en un gang bang de funciones y roles, huyen de los compromisos y de las lealtades. Ya no los tenemos en nuestro poder. Nuestra liberación fue el punto y final. Fue el despegue del cohete del desamor.
—¡Vaya nuestro espacio!
Cuando agoniza el día y llega la noche. No hay éxtasis, ni seducción. Ya aparecemos con migrañas insólitas, dolores de vientres inventados. Salimos con argumentos insólitos, excusas con mucho cansancio.
Teníamos el dominio completo sobre los hombres; ellos dependían de nosotras para comer, vestirse...y ahora... —¿A dónde carajos están, dondeeee? —dijo recostada en el diván, entre murmullo de palabras incoherentes y absurdas.
—Pérdida de identidad maternal y ausencia del papel matriarcado en tiempos del neolítico.
El espacio geopolítico del dormitorio nos pertenecía. Porque la posición estructural de una chancleta estaba bajo nuestras decisiones, la anarquía de un cepillo de dientes, la tiranía de una sábana con nuestro olor, y las lavadas con la suavidad de nuestras manos.
—¡Sí, ya teníamos la casa entera!¡Toda la circunferencia del barrio era nuestro, el mundo armónico del hogar a nuestros pies! El complejo de culpabilidad por acto de desobediencia.
—¿Qué espacio, ni qué mierdada?
Vino a contaminar a varias, a otras rebeldes inconsecuentes con ideas raras sobre “vamos a conquistar nuestro espacio” Dice ahí en YouTube.
—¡La susodicha, doctor!
—Acusación con esquizofrenia tardía
—Nos quitó el corpiño, nos hizo abandonar la magia de la cocina con sus delicados menús diarios de familia.
—Esa pendejita que andaba ocurriéndosele abrir las jaulas de los matrimonios, soltarnos, evitando el contacto con el patriarcado y con la sanguinaria pseudopolítica del machismo imperante.
—¿Cuántas horas de paz?
Ahora, en este momento, el teléfono discurre, las telenovelependejas atenazan la domesticación del universo hogareño, la píldora en chip en el antebrazo femenino, el control furtivo natal, la tarjeta de crédito posteada en la holo/cuenta espacial en internet.
Después la angustia del siglo XX se bifurcó en autopistas virtuales, la ciber/realidad aunada a nuestros sentidos, pantallas líquidas, hologramas incendiarios, — cibernetismo/anclaje en la conciencia que ha quedado vaciada en los post y muros de los absurdos mundos de las redes antisociales.
La vida era un gran curso de artesanos, medicina alternativa y cocina.
En los tiempos anteriores, antes de que naciera, en tiempos de mi abuela: Mi abuela transcurría en el crochet bordando como una Penélope moderna. Diseñada y planificaba las exquisitas recetas con sus vecinas y amigas. Al mediodía subyacía en los bordes multicolores del jardín. Dedicándose a educar a los hijos y cortando el césped.
Quien fue de la ocurrencia nefasta transmigracional y absurda de llevarnos a una especie de esclavitud disfrazada de liberación de la mujer.
Aun que de por sí, intencionalmente curiosamente tangencialmente saber quién fue la autora precursora inventora de la idea de reivindicar los derechos feministas.
Si tuviera un perro como mascota lo pasearía por el vecindario y en el parque al otro lado de la esquina. Hacer de todo y todo, aunque el cerebro se me empieza a detener como una máquina en la que ya no funcionan sus bielas y motores.
—No tengo fuerzas, ni para estrellarlo contra la pared, estoy terminada, quiero quedarme en casa como siempre, en las aventuras culinarias, cocinando, escuchando música pop, hip-hop, bachata, merengue, cantando, aunque sea desentonada como lo hacen los karaokes.
No hay stop, solo play de sonar y sonar hasta reventar las glándulas auditivas.
El despertador con sonidos estridentes inició el ruido secuencialmente—arrítmicamente—bestialmente—jodidamente, sin detenerse por varios—instantes momentos— tiempos— minutos.
Son las 5,00 a.m.
El Dr. Cero no me dio información sobre la persona a investigar. Solo me proporcionó una historia muy alborotada y desperdigada de esas de YouTube.
El síndrome del sombíes— [ caminar con ojo abierto y el otro cerrado]. [El síndrome de la mujer menstrual], — cinco días con stress, esquizofrenia y deseos de ponerle fuego al mundo. Escuchando el audio grabado sobre las pesquisas y confesiones de la mujer sin nombre.
El doctor que entregó el diagnóstico de la mujer que llegaría después de la lluvia quejándose, con un traje sumido al cuerpo, delgada y cabello largo hasta la cintura de abeja, como de esos anuncios de cremas y de aparatos de gym. Detenido en el tiempo, el galeno toma papel y lápiz, sentado al otro lado del escritorio del consultorio de paredes celestes, sobre la planicie un trofeo merecedor del mejor médico del país. Algunas cajas diminutas desperdigadas de medicamentos nuevos sobre los males y síndromes contemporáneos, como ser el síndrome del guachimán: [ desvelarse toda la noche y dormir todo el día].
Cita

