El Monstruo invalido

Arrullado por cementerios estelares que giran en derredor de su propio eje, cierno los ojos eclipsados por la metralla de las calles asesinadas, y juego a que sueño, que soy la centella de una esperanza, que mi cuerpo encerado y brilloso resbala por la aurora desprovista de horizonte[...]

NARRATIVA

Leiru Racso

4/25/2013

Mimeógrafo #00
Abril 2013

El Monstruo invalido

Leiru Racso

Arrullado por cementerios estelares que giran en derredor de su propio eje, cierno los ojos eclipsados por la metralla de las calles asesinadas, y juego a que sueño, que soy la centella de una esperanza, que mi cuerpo encerado y brilloso resbala por la aurora desprovista de horizonte. Que no hace falta el desprecio reflejado íntimamente en el vidrio cerrado, que no soy esa bestia oculta en el pensamiento neurótico, serpenteando entre la sinfónica sonadera del claxon metalizados y el ronronear de sus monstruos imparables.

Juego a que soy una persona, a pesar de las ropas sucias y el brazo faltante, juego a que soy una persona, que come a falta de hambre, y habla a falta de necesidad, alguien quien duerme cobijado de una pequeña casa en donde es dueño del clima y de la electricidad, ser pariente de esa caja parlante, y amante del robot telaraña. Pero es difícil soñar aquí, a cada cambio de luz, hay que caminar, buscando entre las ventanillas del paraíso, los rostros que no ignoran, pero cada vez es mas difícil, todos parecen exorcizar fantasmas a distancia, asemejo esto a como ir de pesca en el desierto, lanzando el sedal en busca de un pequeño charco y rezar por que en el haya encontrado un hogar un noble pez, pero no busco comerme al pez, solo quiero esas escamas que tira y derrocha todo el tiempo, luego lo devuelvo a su charco, y lo pierdo en la inmensidad de la arena.

Desconozco el amor parlamentario de una madre, el exhaustivo grito de un padre desesperado, la hermandad de un compañero. En estas calles solo se encuentran pasajeros, y la morbosidad infame de mi muerte. La pregunta casual siempre es la misma, dudosamente algunos que me dan la centella de una moneda preguntan si es real la ausencia de mi brazo, cortésmente me arrebato la camisa de mi torso, y con un gesto grotesco todos retoman la marcha hacia el vacío, tardo en vestirme, dejo la desnudes de mi brazo para saciar la curiosidad de los viajeros, esto suele traerme un par de monedas extras, y la repulsión de la humanidad sincronizada.

Luego de un tiempo, después de haber soñado tantos autos extranjeros, cuento lo recaudado por la lastima de mi tragedia, y apenas es suficiente. Con el motín en la bolsa camino por las calles desoladas de mi paso, viendo como el mundo se abre como el mar ante un divino milagro. Entre grietas y agujeros llego al mismo local de siempre, un saludo afectuoso sin responder, extiendo las monedas sobre la madera vieja del despachador, y salgo con la amarillenta botella de regreso a la alcantarilla donde oculto mis pesares, y comienzo el viaje a ese universo detonador que me arrulla como la madre a su hijo muerto.