El actor que olvidó

La muchedumbre se amontonó alrededor de las vías mientras se formaba una larga fila de autos, muchos de la policía que se esforzaba por cerrar el perímetro lo antes posible. El conductor del tren que hace unos pocos minutos se detuvo no paraba de decir lo arrepentido que estaba, no había tenido tiempo para detener la gigantesca máquina de transporte[...]

NARRATIVA

Mariano Sholto (Argentina)

1/5/2024

Mimeógrafo #128
Enero 2024

El actor que olvidó

Mariano Sholto
(Argentina)

La muchedumbre se amontonó alrededor de las vías mientras se formaba una larga fila de autos, muchos de la policía que se esforzaba por cerrar el perímetro lo antes posible. El conductor del tren que hace unos pocos minutos se detuvo no paraba de decir lo arrepentido que estaba, no había tenido tiempo para detener la gigantesca máquina de transporte. Los profesionales finalmente llegaron y se abrieron paso entre todos los curiosos para llegar al pobre hombre que detuvo el tren mitre por el día de hoy. En total los que ayudarían a sacar al hombre de la pisada mecánica que el tren ejercía sobre él. Antes de quedar en la posición actual, cómo el herido le contó a los encargados de ayudarle, la rueda lo hizo girar varias veces sobre sí mismo en horizontal, parando finalmente en el medio del fémur izquierdo y en la zona superior a su rodilla derecha. El médico que lo revisó no entendía cómo podía seguir consciente tras la pérdida de sangre y el tremendo dolor por el que había pasado, pero aquí estaban. En total unos cinco hombres se encargaron de sacarlo de ahí en lo posible con vida, y comenzamos (sí, yo estaba presente) a pensar cómo hacerlo. El hombre, notablemente agotado y acalorado (ese día de verano hacía 36 °C) comenzó a pedir que lo dejáramos en paz y que “simplemente lo dejáramos ser”. Atribuimos la verborrea a la pérdida de sangre y continuamos sin prestarle mucha atención a las súplicas. Hoy sería mi primera misión y debido al aturdimiento de lo que estaba viendo y la “inexperiencia del novato” mis contribuciones al grupo de veteranos eran completamente inútiles. El hombre que me supervisaba me envió finalmente a hablar con el herido para controlar que no perdiera la conciencia, y de paso, para sacarse de encima el muchacho que poco y nada aportaba. Mis pasos vacilaron lentamente en el corto trayecto que separaba el grupo de expertos y el universo en el que José, el nombre del futuro rescatado, se encontraba inmerso y separado del resto de la humanidad. Me acerqué y durante un minuto entero no le dije absolutamente nada. No había conexión entre los dos ni voluntad de ninguno para formar un vínculo por más corto que vaya a ser. En silencio, tomé los instrumentos básicos que necesitaba para medirle la presión arterial y procedí. Mientras hacía esto me miraba fijamente, escudriñando mis facciones con detenimiento.

—Tan joven y metiéndote en esta mierda…Te vas a joder la cabeza pibe, aunque creas que podes aguantarlo. Encima cuando te traumas, porque joderte la cabeza es traumarte, nunca es con algo que esperas ver. Nada te prepara para la vida.

No respondí por lo estupefacto que estaba. No parecía un hombre que había perdido las piernas hace menos de una hora. El tono de familiaridad y caridad le recordaba al de su padre.

—Yo creo —empecé a hablar sin deliberar la conclusión a la que llegaría— que la vida son traumas. Nos hacen más fuertes, nos inmunizan en realidad. Hay que enfermarse para hacer anticuerpos y a veces hay que enfrentarse a cosas horribles para superarlas aunque no queramos. Mi viejo creía en eso y yo le creo a él.

—¿Tu viejo se murió? —preguntó mirando a las venas marcadas de su brazo.

El tino de la pregunta me tomó desprevenido, para ser sincero. Cada día pensaba en mi padre y lo mucho que lo necesitaba. Respondí afirmativamente sin agregar más.

—¿Se dedicaba a esto, no? Debe ser un héroe bajo tus ojos.

—Bajo los míos y los de muchísima gente. Este era su oficio, aunque siempre lo vi como su trabajo de superhéroe. No había fin oculto ni letra chica en lo que hacía porque lo único que importaba era salvar a todos los que puedas.

Le saqué el tensiómetro mientras el observaba todos los movimientos. Pensé que ya había hecho lo que podía, además de que José no parecía que fuera a desmayarse pronto. Estaba tremendamente lúcido. Me levanté pero él me tomó del pie con fuerza.

—Me estoy aburriendo y necesitaría compañía si no te molesta.

La situación me parecía incómoda y surrealista, sórdida y macabra también. Los otros se habían olvidado de mí definitivamente, así que no tenía más remedio que sentarme con el torso llamado José.

—Sinceramente, lamento todo lo que provoque, soy plenamente culpable de este alboroto y si sobrevivo no sé qué me va a pasar. Solamente quería morir. Era todo lo que tenía en mi lista por hoy y para siempre y lo hice mal. No quiero salir de acá.

Era mucha información para analizar, y cómo teníamos tiempo le pedí que me comentara sobre él. Se llamaba José Sierra, era actor de teatro y tenía 43 años. No tenía pareja ni había tenido en los últimos años y tampoco hijos. No tenía adicciones, no hacía deportes ni era fanático de algún club, partido político o tópico en general. Me comentó que le encantaba ver películas y que había estado en algunos roles protagónicos en productoras independientes, aunque su verdadera pasión y arte estaba en el escenario.

—El actor por naturaleza tiene que ser un buen mentiroso ¿Qué propósito tendría el drama si no cumple con lo más básico, la catarsis? hay que transmitir una emoción para que el otro también te sienta. Te vuelves el mejor mentiroso del mundo por unos instantes, porque la verdadera esencia de la actuación no yace solamente en engañar al otro, sino a uno mismo. Si el mentiroso cree su mentira, su mentira no es más creíble.

—Es una idea interesante. Yo, particularmente nunca fui al teatro, pero sí me gustan las películas.

Me miró con desdén, primera emoción que mostró hacia mí. Hablamos de muchísimos temas, tantos que no recuerdo más que palabras sueltas y la caída del sol con el paso de las frases y cuestionamientos que nacían en esa despampanante situación. La despedida del sol y la presencia de la luna parecieron aflorar algo en él. Quizá reveló lo que venía guardando desde un principio, que también era lo que más me intrigaba ¿Por qué?

—¿Por qué no me haces la pregunta que querés hacerme? No me voy a enojar, nos conocemos, aunque sea poco y por poco tiempo. The elephant in the room, diría un inglés.

No supe formular la pregunta con demasiado tacto, eso lo admito.

—¿Por qué te tiraste al tren?

—Esa es la actitud-Los ojos le brillaban, no sé si por lágrimas o por un efecto visual de las luces callejeras—. Me di cuenta de que ya no perdí la capacidad de actuar. No podía encender la chispa que mantenía mi pasión viva o convencer a nadie de que podía actuar. Las líneas se me escapaban, mis expresiones no coinciden con lo que el director pedía, no fluía con el resto de mis compañeros. No fue algo repentino, lo vi venir a lo lejos y mire para el otro lado. Sin embargo trate de tomar medidas, esforzándome cada vez más, pidiendo más papeles, pidiendo más líneas, dándolo todo para lograr engañar al público una vez más. El dicho de que “las mentiras tienen patas cortas” es completamente cierto y fueron las palabras que terminaron de fulminar mi carrera, y por ende mi vida y lo único por lo que valía la pena vivirla. Fue esta mañana cuando pude verlo en mi cara. Me levante, me vestí, fui al baño y vi mi reflejo en el espejo. El hombre de mediana edad que me devolvió no era yo, y sinceramente viéndolo de cerca pude ver que la imitación era burda y malograda. El maquillaje se había corrido, la barba era de otro tono de gris, los ojos ligeramente más oscuros, la postura menos erguida. Sin embargo, ese hombre quería engañar a todo el mundo y hacerles creer que seguía siendo el. “Aún podría actuar”, me decía, “mientras pueda engañar al resto…” ahí fue cuando las neuronas correctas hicieron sinapsis. “No podes engañar a nadie, ni siquiera a vos mismo”, me dijo ese hombre. Una vez que se sabe la verdad, no hay manera de olvidarla. La imagen del espejo es una imagen de lo que yo creo que soy para el resto, es el que actúa ante su público y es adorado por sus pares. Pero el original, yo sé que es un cascarón que se gasta con el uso y que, más temprano que tarde, va a desmoronarse por el simple hecho de que ya no puedo engañarme a mí mismo. Esa es la razón de mi caída, saber la verdad sobre uno mismo es estar desengañado de las razones por las que uno hace lo que hace y es quien es. Yo estoy desengañado, amigo, y simplemente saber que fui una cáscara todo este tiempo hace que me pregunte cosas que no quiero saber la respuesta.

Paró súbitamente, miraba la luna con nostalgia. En los ojos brillaba una luz que indicaba a José cómo poseedor de la verdad, su verdad. Durante unos minutos a nuestro alrededor hubo mucho movimiento, por lo que deduje que la operación estaba próxima a realizarse, lo cual me puso un poco tenso sobre lo que le harían a José. Este seguía ajeno a todo el resto del mundo, divagando quien sabe que preguntas existenciales. Sentía pena por él ya que parecía alguien inteligente e interesante que había tomado la decisión equivocada por la desesperación de no volver a ser feliz. No entendía el propósito de contarme todo esto, pero no puedo negar que si resonaron algunas palabras dentro de mí y se quedaron conmigo hasta hoy en día. Mis compañeros aparecieron portando herramientas pesadas y cortantes y entendí lo que iban a hacer con el cuerpo de José. Este, ignorando la presencia de los hombres se dejó estar mientras le explicaban el procedimiento. No se negó a nada. “Hagan lo que tengan que hacer, yo ya terminé por hoy.” Iban a sedarlo y a cortarle las piernas del hombre, para trasladarlo, lo antes posible, a la ambulancia donde podrían darle una transfusión y llevarlo al hospital más cercano.

—Pibe, vení un segundo.

Mientras le aplicaban el sedante, me acerqué a él.

—No sigas la sombra de nadie, por más bueno que sea esa persona. No sigas ni siquiera la sombra de tu padre, aunque haya sido un héroe. Yo seguí la sombra de mi propio doble y terminé olvidando que era el protagonista de mi obra. No tengo más que decir, el suero está haciendo efecto. Gracias por la compañía.

Los hombres me apartaron del medio, y una vez comprobando que el hombre estaba inconsciente, procedieron con la carnicería y llevaron al actor a la ambulancia, que al poco tiempo se perdió en la ciudad con gran rapidez.