Cliente especial

Querida audiencia de internet, lo que les voy a revelar, es algo que nunca antes habían visto de parte mía. Es un correo electrónico que un amigo y colega, con quien tengo una amistad profesional desde hace cinco años, encontró hace un mes, mientras trabajábamos en nuestros siguientes shows semanales. Lo recibí hace una semana, por parte del mismo amigo[...]

NARRATIVA

Irving Antonio Aréchar (México)

3/28/2024

Mimeógrafo #130
Marzo 2024

Cliente especial

Irving Antonio Aréchar
(México)

Algunos eran modestos y no se creían
infalibles. Pero hasta el más modesto se
sentía seguro.

JULIO CORTÁZAR

Querida audiencia de internet, lo que les voy a revelar, es algo que nunca antes habían visto de parte mía. Es un correo electrónico que un amigo y colega, con quien tengo una amistad profesional desde hace cinco años, encontró hace un mes, mientras trabajábamos en nuestros siguientes shows semanales. Lo recibí hace una semana, por parte del mismo amigo. ¿Por qué tardó ese tiempo en mostrarme este mensaje? Pasa que, por el mensaje ofrece una información verídica, tan delicada que, de no tratarse con responsabilidad, podría involucrar a la persona responsable, física y moralmente. Y pasa que, también, el texto está acompañado con un video, cuyo contenido es muy sórdido, además de delicado, que puedo perjudicar a la gente que nos está escuchando en este momento. Desconozco si aquello que le sucedió a esta persona sea verdad o no. Pero una situación como la que voy a revelar, puede ser un parteaguas en la vida de cualquiera. Por favor, déjenme sus comentarios al respecto. Se los agradecería bastante. Y para la persona que redactó este suceso, espero le ayude a encontrar la justicia por aquellos involucrados que, debido a él, hoy ya no están en este mundo. Como también, la libertad que, por un año, se le ha negado.

“Mis estimados lectores, es de total importancia que cualquiera que lea este mensaje, sepa lo que voy a rebelarle, con la esperanza, de que alguien comprenda, que necesito de total ayuda, ya que mi vida, como posiblemente la de mi familia, dependen de su consideración.”

“Mi nombre lo he omitido, por el motivo que me obligó a alejarme del mundo y mis seres queridos. Por lo que, por el momento, me dirijo por mi usuario de internet que opté, hasta mañana, como “Ladécimasinfonía22”. ¿Por qué elegí este nombre? Pertenecía al restaurante al que trabajé como mesero hasta hace un año. Durante el tiempo de tres años que me dediqué al servicio de mesas, fui parte de varios eventos clandestinos, cuyos organizadores, tenían en su haber, los más grandes y oscuros secretos, en la historia de la humanidad”.

“La décima sinfonía, era un lugar al que la gente iba cada fin de semana, para disfrutar de la comida y bebidas exóticas que ofrecíamos en el restaurante y del espectáculo que ofrecíamos, una vez, cada dos semanas. Y también, era el lugar donde, mis compañeros de trabajo y yo, utilizábamos para llevar a cabo lo que llamábamos, “Apartado”. Este consiste en apartar una mesa para un cierto número de gentes que vendrán en una hora específica de la noche, para celebrar un evento especial para esas personas, en la mesa seleccionada. Durante el tiempo que laboré en la Décima sinfonía, habré llevado a cabo, de 50 a 60 apartados. Todos fueron con una algarabía estruendosa, que duraba de tres a cuatro horas, hasta que aquellos clientes estaban muy tomados o llenos, para continuar. El inconveniente de lograr esos apartados era que, en base en nuestros arduos esfuerzos por satisfacerlos la propina que se dejaban, no era la que creíamos merecer”.

“Y es que, como nunca se habrán de imaginar, el empleo de mesero, no siempre te deja buenas recompensas. La gente que ha trabajado como servidor de mesas, sabe lo mucho que se labora y lo poco que se gana. Aguantando todo tipo de improperios, insultos y propuestas indecorosas, con el afán, de que esas personas, sintiéndose miserables en su vida cotidiana, se desquiten con uno, haciéndote sentir inferior, al pedir su orden. Y todos, sin excepción, te dejan una propina, que ni siquiera se acerca a lo que todos se imaginan. Es por eso, que mis compañeros pensaron, mucho antes que yo empezara a laborar en la Décima sinfonía, una manera más remunerada y mejor, de ganar dinero, sin partirse demasiado la espalda”.

“Durante los apartados, llevábamos a cabo una estrategia, que por un tiempo nos llenó los bolsillos de incontables sumas de dinero (Sólo de propina. La paga semanal era aparte.), hasta el suceso del que he hablado hasta el cansancio, y quiero llegar, cuanto antes posible. El truco consistía en cerrar el restaurante una hora antes de llevarse el evento apartado. Poníamos de excusa a la gente que buscaba disfrutar del lugar, se cerraba por problemas de mantenimiento. Cuando, en realidad, nuestro motivo era otro. Nuestro objetivo no era perder gente. Claro que no. Sino todo lo contrario. Era utilizar las influencias de nuestro jefe, para invitar a una persona de grandes influencias, para que llegara al establecimiento y disfrutar de lo que teníamos en el negocio. Cuando se concretaba la invitación, uno de los compañeros, el gerente, daba el llamado para que estuviésemos preparados para aquella visita, como: “Cliente especial”.

“Se preguntarán qué significa aquella referencia. Se los contaré. Un “cliente especial”, es una persona invitada al local, con altas sumas de dinero, pero descuidado o ingenuo para gastarlo en lo que considera él o ella, en sus gustos especiales. ¿Cuáles pueden ser? Cualquiera. Desde una cena enorme y elegante, con bebidas de alta procedencia, con un efecto tan grande y puro que lo dejarán tumbado y confundido al finalizar el evento, hasta una cena corta y normal, pero acompañado con un espectáculo estruendoso y procedente, que aquel cliente quede maravillado, que no esté consciente de cuánto consume”.

“En las noches que dejábamos apartado el restaurante para esos clientes especiales, utilizábamos nuestra estrategia de negocios. El truco consistía en embriagarlos lo suficiente, para subirles el precio de la comida, de las bebidas, y también, de las funciones que el grupo musical, pedido de la mano del mismo cliente. La persona se encontraría tan perdida, como para buscar una averiguación en los precios, y pedirnos una explicación. Podrías volver a verlo o ya no”.

“Al principio, creíamos que aquella estrategia era sólo nuestra. Más tarde, nos dimos cuenta que aquello era un sello característico y el secreto mejor guardado de los meseros. Y es que, muchas personas con ideas exageradas y extremistas, y muchas veces, bizarras, han planeado: romances prohibidos, tratos ilegales, sentencias injustas, fraudes exorbitantes y robos clandestinos. Y qué mejor lugar para idear aquellos pensamientos oscuros, que un restaurante, con la complicidad de aquellos que les traen la comida y bebida que ordenan, escuchando todo lo que dicen y como lo dicen, con la seguridad, de que aquella información, no salga del local”.

“Infieles, defraudadores, impostores, castigadores, han ideado los planes más sombríos en las mesas de los restaurantes en el mundo. Y nosotros, los meseros, nos convertimos en sus más grandes confidentes. ¿Por qué guardar silencio ante una información que podría salvar la integridad física y moral de una persona inocente? Puede parecerles incomprensible, pero nadie de los trabajadores en los restaurantes, ni siquiera los propios dueños, les conviene que la policía o alguien de autoridad mayor, investigue un posible crimen. Y eso es, porque los que trabajan en el establecimiento, aparte de ser ambiciosos, también somos extorsionadores. En cada apartado que se hizo para ese cliente especial, nos aseguramos también, de grabar lo que dicen y lo que hacen, con el fin, de que cuando se haga una reclamación, por parte de ese cliente, hacia el precio excesivo que le propinamos, lo amenacemos con exponer las fechorías que tenía planeado, a la persona involucrada. Aunque, claro es, que jamás lo haríamos, por motivos obvios. Esto, valió, por un tiempo, buenos dividendos, hasta mi última noche en el restaurante. Es por eso, que quiero rebelar todo lo que les acabo de decir, con el fin, de que se terminen estas prácticas, y no se manifieste otro caso, como el que me tocó vivir”.

“Situaciones, como el que acabo de contar, es otro motivo para no hablar con las autoridades. Ningún cliente quiere declarar un robo o fraude, sin verse expuesto, ante sus familias, amigos o compañeros de trabajo, con las declaraciones que tenemos grabados. Como el cliente especial que se grabó el 17/05/2021, mientras estaba en un romance prohibido con su amante, mientras declaraba detestar a su esposa y desear que se muriera, amenazarlo con darle esa misma grabación a la esposa. O el cliente del 22/10/2021, donde el cliente especial planeaba hacer quebrar la empresa de su jefe, junto con otro empleado, para quedarse con la misma, quería pasarse de listo, no pagando la cuenta completa, y lo decimos que lo teníamos en video y se lo pasaríamos a su jefe, si no pagaba todo. Detalles como esos, hicieron que nos sintiéramos, aparte de satisfechos, orgullosos. Pues se hacía justicia, de manera indirecta, hacia las personas, presuntamente, perjudicadas. Pero todo acabó tras la noche del 28/02/2022, el cual fue, como ya he dicho hasta el cansancio, mi última como mesero”.

“La tarde previa a aquel evento, el gerente nos había dado la señal de siempre a mí y a los demás compañeros, un instante antes de hablar con el jefe, para informarle que llegaría un “cliente especial”. Nos pusimos en sobremarcha. Cerramos el restaurante, excusando a las gentes que solían llegar al local, que estaba en reparación. Había que tener todo listo: la comida, las bebidas, la música, la decoración y el servicio. Todo debía estar en perfectas condiciones, antes de poder recibir a un cliente especial más”.

“La noche finalmente llegó. Estábamos ansiosos, como todas las noches que hacíamos apartados. Cuando llegó, aquel sujeto nos dejó una reacción a todos, incluyendo a su servidor, que nos dejó sorprendidos. El tipo no escatimó en su apariencia. Era una joyería andante. Las pulseras y collares de oro que posaba en el cuello y en las manos, el traje, sombrero y las botas de vaquero doradas que destellaban brillo, capaz de dejar ciego a cualquiera que las viese. Pero, más ostentoso que su vestimenta y piedras preciosas, lo más interesante en él, era la compañía que llevaba consigo. Una chica rubia con vestido rojo escotado, de ceda, cuyo cuello la envolvía uno de los brazos de su acompañante, la cual, la hacía ver más pequeña de lo que ya era. ¿Por qué digo esto de la chica? Por la facción de su cara y el tamaño de su cuerpo, puedo asegurarles, que la joven, no tendría más de dieciocho años. Y el hombre, también, estoy convencido, de que tendría cerca de cincuenta años”.

“Sentí un asco terrible al verlos juntos al hombre y la chica, compartiendo cariños, mientras le servía sus bebidas y comidas ordenadas. Aquel cliente también iba acompañado con varios hombres, el doble de altos y fuertes, capaces de romperte en mil pedazos, sin el mínimo esfuerzo. Yo no quise problemas, y me retiré, de inmediato. Es cuando entró mi jefe en el restaurante, cuando mi corazón se calmó por un rato”.

“Durante el resto de la velada, mi jefe y aquel hombre, con su acompañante adolescente, compartieron platicas y risas. Mis compañeros y yo, estábamos expectantes, esperando que aquel hombre se embriagara lo suficiente, para lograr nuestro cometido de siempre. Después de una hora de copas, con tequila, vodka y cerveza, el cliente, quedó desorientado. Aunque podía articular algunas palabras con sentido, no tenía una idea clara de la realidad. Y eso lo aprovechamos, para subirle los precios a su cuenta. Ahí fue, cuando todo se desmoronó”.

“El hombre quedó estupefacto por la cantidad que le mandábamos en el papel de la cuenta. No podía creer que lo ordenara resultara tan caro y pedía una explicación. El gerente, junto con el jefe, le explicaron que estaban escritos los precios tal y como lo veía en el menú. El hombre seguía diciendo, un ay otra vez, que no era posible tal cantidad”.

“Nosotros, los meseros, sabíamos que una situación así podía suceder, por lo que, nos adelantamos, como siempre. Como las cámaras de seguridad eran muy obvias, no podíamos disponer de ellas. Por lo que, con nuestros celulares en el bolsillo de su respectiva camisa del uniforme, grabaron las declaraciones prohibidas e ideas sórdidas que declaró el sujeto durante la velada. Yo no me quise animar a acercarme a él después de haberle servido. Sólo de verlo con esa jovencita, me dio un terrible asco, que mejor me oculté en la cocina, donde hablaría con el cocinero, sobre cualquier tema. Y es cuando, empezaron los disparos”.

“Fue lo más parecido a un concierto de balas, donde el sonido de ellas se omitía por el grito del hombre, “¡Muéranse perros, muéranse!”, la chica que pedía clemencia por su vida, y la del resto de mis compañeros y jefe, que suplicaban, por Dios todopoderoso, que no les hiciera nada. El cocinero y yo cerramos la cocina. Apagamos la luz y me encerré en un compartimiento pequeño, donde no hice el más mínimo ruido. La puerta se abrió de un jalón, evitándole al cocinero poder esconderse, llevándose un balazo en la cabeza, luego de pedir clemencia por su vida, siendo ignorado por su asesino. Fue una escena que me tocó, por suerte, si así se le puede llamar, grabar con mi celular, en los dos segundos que duró la ejecución. Aquél guarura que mató al cocinero, se retiró de la cocina, y más tarde del restaurante, junto con su jefe y demás guardaespaldas, dejando el local en un silencio total”.

“Yo no pude salir del compartimento. El miedo me dominaba por completo. Sentía que podían estar esperando a que yo saliera de mi escondite, y darme el tiro de gracia, igual que a mi compañero. Me estuve allí hasta la mañana siguiente. Cuando me animé a salir, observé el lugar como lo habían dejado el hombre y sus secuaces: vacío. Caminé hasta entrar a la sala donde una noche antes se había llevado una tertulia especial, como muchas que habíamos llevado, los demás meseros y yo. La gente tirada en el piso, entre charcos enormes de sangre alrededor de los cadáveres. La joven acompañante, fue la que recibió peor muerte, que mi jefe y mis demás compañeros. No pude reaccionar hasta después de cinco minutos. Fue cuando pensé en grabar la escena en mi celular. Incluyendo a los muertos”.

“Poco después de haber terminado de grabar, escuché sirenas de la policía que se iban acercando al restaurante. Después de lo que había sucedido, no quería que nadie supiera de mí. Podría terminar convirtiéndome en carnada de presa para aquel cliente que masacró a todos, y acabar conmigo. Me retiré antes de que supieran que estuve allí. Desde entonces, me mantengo oculto, cambiando todo: mi nombre, mi camino y mi vida”.

“Las disculpas valen muy poco para todos los involucrados en la noche que todo aquello ocurrió. Igual, para las familias de los muertos en el restaurante. Sólo les pido que, por favor, me tengan un poco de consideración, ante el error que, como mis compañeros y yo, somos responsables, de no haber tomado en cuenta las consecuencias de nuestros actos. Pero de la gente que me está leyendo este mensaje, si les pido, por favor, me perdonen. Lo que hice en mi último año como mesero y como persona libre, si bien, fue denigrante, no fue con la intención de lastimar a nadie. También les pido perdón a todos los clientes, cuya ignorancia me aproveché, en incontables ocasiones”.

“Espero que mi historia, como también mi confesión, sirva para que alguien de ustedes, quienes me están leyendo, puedan ayudarme a que se haga justicia, por mí y todos los involucrados que, por desgracia, no pueden alzar la voz en este momento. Sé que también recibiré un castigo. Sólo espero que no sea tan grave, para compartir el mismo destino que mis compañeros de trabajo y la pobre joven. No he podido conciliar el sueño desde entonces. La forma en que murieron todos, sin piedad. Pero especialmente, como quedó la chica, ante el video que les acabo de mostrar, pues le abrieron el vientre, de par en par. Pero aquella escena no fue la peor. Sino descubrir, que en la abertura que se dejó en ella, de que la chica estaba embarazada”.