Amigas en acción

Ahora, Marilyn se está preparando para llegar a tiempo a una comida, donde fue de las pocas invitadas con el señor embajador. La cita era muy inglesa, a las 14:35 h.

NARRATIVA

Carlos Abraham ​(México-Líbano)

1/26/2024

Fotografía: Carlos Abraham

Mimeógrafo #128
Enero 2024

Amigas en acción

Carlos Abraham
​(México-Líbano)

Ahora, Marilyn se está preparando para llegar a tiempo a una comida, donde fue de las pocas invitadas con el señor embajador. La cita era muy inglesa, a las 14:35 h.

Sabía que irían varios personajes importantes, entre ellos su amiga Julia, sin su esposo. Sabe que en una reunión con ella disfruta mucho en ese evento, además de que le contaron que asistirían sus dos conocidas del rumbo, Brigitte y su hermana Eva. No se le hizo tan en gracia, pues con ellas siempre están compitiendo, sobre quién compra algo más económico, además van a estar poco tiempo en el evento, son las hermanas más impuntuales de la sociedad.

Marilyn buscó en su pequeño closet, alguno de sus vestidos, para escoger el perfecto que se pondría, lo primero que pensó era en el color de la bandera del país del embajador, por lo cual buscaría algo en esa tonalidad; tenía vestidos muy económicos que había comprado en McAllen, además tenía unos que son extremadamente bellos y despampanantes, que los compró en un viaje a Las Vegas, donde había sido invitada por su mamá.

Encontró uno en tono bermellón; buscó rápido en internet qué significaba ese tono para que no fuera a opacar a las demás, leyendo en su celular lo siguiente: “Es considerado el color de la vida, asociado con la sangre, debido al color rojo y la eternidad. Lleva consigo el mismo simbolismo que el rojo – un color de poder también asociado con el amor, el matrimonio y la religión”. Hizo una cara de satisfacción y pensó: “Este está ideal”.

Por el cuerpo despampanante que tiene, se le veía entallado maravillosamente que, al verse al espejo de su vestíbulo, sonrió, porque recordó cuando fue con su amiga Julia a ver a un hombre desnudarse en un antro en McAllen.

Contrariamente a Marilyn, Julia buscó ayuda con la ama de llaves, pues su marido la llevó a Las Filipinas, para que sacara del amplio vestidor uno para la ocasión, por lo cual eligió un vestido Chanel que se compró a la medida de su voluminoso cuerpo, en su viaje anual a Paris. Recuerda que se tuvo que quedar dos semanas hospedada cerca del atelier del diseñador, ya que tenía que ir frecuentemente a checar sus medidas para que el vestido quedara perfectamente integrado a su maravilloso cuerpo.

Comenzó la puntualidad, principalmente en todos los invitados, menos en Brigitte y Eva, quienes sacaron de su closet unos vestidos que eran de hace cinco temporadas atrás, se alistaron como Dios les dio a entender, e intentaban peinarse entre ellas, se jalaban del cabello, por lo que Brigitte terminó colocándose una peluca larga, quedándole algo movida, sin embrago, se veían como mujeres normales de hace varios ayeres.

Cada una tomó su vehículo y manejaron a una velocidad de 80 k/h, para que no les tomaran una fotomulta, menos a Julia, pues ella le ordenó a su fantástico chofer: “písale al acelerador”, lo que hizo que fuera de las primeras personas en llegar al evento.

Julia llegó vestida tan guapa que parecía una femme fatale, cazadora de bellos hombres que se posaban ante sus pies. Le presentaron al señor embajador, lo saludó de beso, sin importarle que llevaba un tubo de labios en tono rojo Bond, que casi lo besa en la boca por la rapidez con el que se lo dio. Volteó en dirección a la puerta y vio llegar a su íntima amiga Marilyn, quien venía guapísima, pues le favorece su altura y delgadez. Se veía muy sensual, estaba contenta de que no iba su esposo, es decir, iba en modo soltera y podía hacer lo que quisiera en el evento. También le presentaron al señor embajador, y éste al verla, le agarró la mano derecha y la llevó cerca de su rostro para darle un pequeño beso, diciéndole: “Madame, esta uste belle”.

Pasaron todos a sentarse a sus mesas; a Julia la sentaron junto a Marilyn, viendo que quedaban dos lugares vacíos, por lo que imaginaron que eran para sus lentas amigas. Pero cuando ellas llegaron, ya no se encontraba el señor embajador, pues estaba en la puerta saludando a sus invitados; no obstante, entraron rápidamente, pasaron a sentarse, y, como de costumbre, no hicieron ningún comentario. A Brigitte se le veía genial la peluca que portaba un poco de lado; Julia, al verla así, no le quedo más que sonreírle y decirle con una copa en la mano: “Salud, amiga”, por lo que ella le respondió: “Salucita, amiga”.

Lo que nadie se esperaba era que a Brigitte se le ocurrió levantarse, en una mano portaba su copa de vino y en la otra un tenedor, golpeó con este la copa de cristal cortado, para después dar un grito con su aguda voz, diciendo frente de todos: “Salucita para el señor embajador”, después de este show entre los comensales, se sentaron. Julia solo expreso en su mente, “otra vez salucita”.

Salieron los meseros, portando las charolas de plata, caminaron con dirección a las mesas para servir la deliciosa comida del evento. Como de costumbre, Marilyn y Julia observaron con sus ojos de devoradoras de hombres, la figura fitness del mesero que les atendía, recordaron sus aventuras con los hombres del viaje juntas a McAllen.

A Eva no le quedó más que levantar su plato de la vajilla para ver el logotipo, así podía saber de dónde era la vajilla en la que se encontraba comiendo, tuvo que apoyarse de una lupa para leer que había sido creada en Alemania, era una de las famosas vajillas Edelstein Bavaria María Theresia.

Las cuatro conocidas y amigas se la pasaron comentando lo delicioso que estaban los platillos, de repente, Marilyn, sin querer, le tocó los glúteos al mesero, y este volteó a verla y le guiñó el ojo.

Brigitte y Eva tenían más cuerda para el evento, no se les notaba la intensión de levantarse para salir del lugar e irse a su casa a atender a sus hijos, pues las dos divorciadas habían mandado a sus hijos con las suegras y estaban pensando en que les darían chilaquiles para el anochecer.

Brigitte contó a las demás todo el obituario de la región, donde está su casa, para como es Julia, se le quedaba viendo, haciéndole caras y muecas, pensó que es pura chatarra lo que nos platica esta conocida. Marilyn se interesó en la plática, pero luego en un momento les contó de sus ventas de comida y de collares, para ver si le compraban, pero no le resultó la venta. Eva siempre había mostrado ser tacaña, solo le dijo: “Me los llevas para mostrármelos, por favor, yo te aviso el día”.

Creo que Marilyn amoló el momento queriendo crear un ambiente de comida importante, o que fuera un espacio de ventas personales. Pobre de Julia, quería huir de todas las de su mesa, mejor le pidió al mesero un mezcal preparado con pepino, y ahora ella fue la que le colocó su mano frente a sus partes genitales, no hizo más que verla a la cara y sonreírle. Él no pudo hacer otra cosa, solo ponerse colorado.

Después de un par de horas, todos los invitados se pararon para escuchar las palabras del señor embajador, que al terminar le aplaudieron fuertemente y pasaron a decirle “Felicitaciones” y a darle un abrazo. Regresaron a sentarse, para después de un tiempo, cada invitado pasara a retirarse satisfecho del evento.