A ti hija

Esto no pretende ser una carta de consejos de una madre que cree haberlo vivido y saberlo todo, que ve a su hija como alguien de menor entendimiento, que se posiciona sobre ella. Tampoco de quien se ostenta con mayor aval moral y que soberbiamente considera a su descendiente como una discípula [...]

NARRATIVA

Eva Leticio Brito

1/3/2024

Fotografía: Carlos Abraham

Mimeógrafo #128
Mayo 2024

A ti hija

Eva Leticio Brito
(México)

Esto no pretende ser una carta de consejos de una madre que cree haberlo vivido y saberlo todo, que ve a su hija como alguien de menor entendimiento, que se posiciona sobre ella. Tampoco de quien se ostenta con mayor aval moral y que soberbiamente considera a su descendiente como una discípula. Mucho menos de alguien que apruebe el dicho de tan moda hoy entre algunos mayores: En mis tiempos si había valores; peor aún la aberrante frase Todo pasado fue mejor.

Este escrito lo hago libre de reglas gramaticales, de propósitos literarios, solamente fluyo en mi pensar y sentir alrededor de la experiencia más satisfactoria y feliz de mi vida: gestar y ver florecer a un ser humano precioso como tú.

Pretendo reflexionar sobre mi actuar como madre, reconocer mis errores y pedirte disculpas sinceras no como víctima que merece perdón ni consuelo, simplemente para que te liberes y olvides de ellos y viajes más ligera en tu existencia. Tampoco busco justificación ni en ti, ni en mí, ni mucho menos en los demás que al final de cuentas me importan nada. Estoy segura que no soy la única madre que en momentos he actuado consciente de estar hiriendo a mi hija y aún así no me detuve a tiempo. Nada más falso eso de que todas las madres somos buenas o que laceramos sin darnos cuenta. Nada más hipócrita que una madre que actúa malintencionada amparada en su papel de víctima por sufrimientos pasados y traumas, porque todos tenemos la capacidad de superarlos. Si no lo hacemos es porque nos gusta la manipulación y extorsión emocional con el permiso del socialmente incuestionable personaje de la madre.

Admiro a nuestro gran poeta Manuel Acuña porque refleja la manera en que, al menos en nuestra tierra, entendemos a quien nos engendró: “...en medio de nosotros mi madre como un Dios”.

Me confieso y me admito como humana con muchos conflictos y malos sentimientos; he ejercido a conciencia y en muchas ocasiones mi naturaleza salpicada de crueldad. Y mis similares que se vean a sí mismas libres de ello, que se edifiquen un altar de santidad para que sus descendientes se hinquen ante él con las rodillas ensangrentadas mientras ellas esbozan sonrisas de satisfacción. Yo, en mi caso, no creo en las santas. Tampoco me gusta celebrar el tan exaltado Día de las Madres que, para mí, funciona como catársis de nuestros errores y nos impide reconocerlos, aceptarlos y, si aún hubiera tiempo y condiciones, corregirlos.

¿Y si no los subsanamos? Creo que se pueden acumular en el interior de nuestros hijos mientras les está prohibido emitir una sólo palabra contra sus progenitoras. En este país que tiene como requisito encomiar a la madre como sea, empezando por ser devoto guadalupano para ser aprobado como persona digna, ¡imperdonable el que no lo haga! Porque aquí ¡todos los mexicanos somos guadalupanos! Sólo así podemos aspirar a ganar el cielo, aunque vivamos en uno de los países con los índices más altos de misoginia y feminicidios. He ahí el amor a la madre...o tal vez es el resultado de la rebelión hacia el silencio obligado de lo que se detesta y que finalmente se transmuta de amor a odio, de vida a muerte.

Deseo en este escrito, ante todo, enaltecer tu autoconstrucción a pesar de mí. Ha sido tu lucha, es tu logro. Respeto tu tiempo y tu espacio, y admiro tu ideología, tu forma de razonar, de ser y actuar. Yo fui quien decidió traerte a la vida, sería una desatinada contradicción maldecir tu momento y lugar. Sería egoísmo, demasiada pretensión y hasta brutalidad quererte manipular para hacerte otra yo o que encajes casi con perfección en esquemas sociales, algunos tan obsoletos como absurdos.

A tu corta edad has alcanzado por ti misma cosas asombrosas, no cabe duda que la vida responde a tu ímpetu. Te trazas metas y eriges tu propia vida con libertad, porque no te detienes en pequeñeces, porque eres incapaz de dañar a alguien, porque no pierdes tiempo juzgando a los demás, porque estás muy por encima de ser una persona emocionalmente miserable.

Sigue siendo tú: que nadie te chantajee u obligue a cargar cruces divinas o ajenas y de las tuyas aprende a liberarte, porque tus principios son más humanos y sólidos que los golpes de pecho. No te sientas culpable de tus decisiones, no hay errores, solo experiencias y aprendizajes. Deja el sufrimiento como requerimiento para salvarte, que eso lo hagan los que no entienden que la mejor forma de agradecer la vida es amarse, estar en paz y tratar de ser feliz. Que se flagelen aquellos que les gusta cargar equipajes pesados y peores aún, los que disfrutan colocarlo en los hombros ajenos. Que se revuelquen en sus culpas los soberbios que se ostentan como jueces morales y que pretenden mantener sojuzgados a otros con doctrinas y esquemas de comportamiento, a esos que son incapaces de hacerlo por propia convicción. Admiro que no te has dejado engañar por los que pregonan la fe con ojos cerrados cuando la vida requiere tenerlos bien abiertos.

No te humillas ni te sientes menos que nadie, ni por tu origen, ni tu color de piel o cabello, aunque procedemos de una familia acomplejada y racista y reconozco con profunda vergüenza haberlo expresado contigo. Tampoco te decreces porque te hablen en otro lenguaje ni esperas que comprendan el tuyo, sino que te esfuerzas por entender otras formas de hablar, de pensar y sentir. La sabiduría ganada a tu corta edad pero, sobre todo, la inteligencia emocional que te caracteriza y que no es hereditaria ni producto de la vida familiar, te han llevado a cumplir sueños impensables para otros. Siempre tienes la palabra gracias en tu boca para quien te ofrece el más mínimo gesto de amabilidad. Eres sensible y solidaria, porque de verdad te duelen las carencias ajenas.

Aunque no te gusta expresarlo abiertamente, intuyo que te fuiste de México por la crueldad social, por la discriminación, racismo y clasismo, la misoginia y machismo, y estoy de acuerdo contigo. Pienso que somos una sociedad deteriorada, que se autodestruye, que aparecemos en el imaginario cultural como “cálidos y solidarios” pero que nuestra cotidiana realidad dice otra cosa. Vivimos violencia, inseguridad y delincuencia que todos comentamos con miedo y voz baja, pero si alguien se atreve a expresarlo abiertamente junto con la palabra México, es calificado como antipatriota, porque actuamos en el marco de una doble moral. Sé tan libre como hasta ahora, busca tu espacio en el mundo donde te sientas bien sin importarte las opiniones y críticas de nadie (ni la mía); habla en el idioma que se te pegue la gana aunque no sea el materno. La identidad cultural es un derecho humano y si no fuera así, siempre hay quien va a la vanguardia para lograr cambios, y tú eres de esas personas.

Y sigue como hasta ahora, es tu decisión casarte o no, por el civil o por la doctrina que te convenza o simplemente se te antoje por el ritual social o la vestimenta. Ten hijos o no lo hagas, ama y vive con quien quieras, tus decisiones siempre serán acertadas porque sabes lo que quieres. Es tu vida, sigue el camino que te traces y que te importen un bledo las opiniones de familiares, pastores o sacerdotes, de abogados o de vecinos, la gente siempre va a calumniar. No pierdas tu autonomía de pensamiento y conducta. Me consta que eres absolutamente responsable contigo misma, tú sabrás que hacer respecto a tu cuerpo y tus sentimientos. Me gusta ver como lanzas al viento los prejuicios de cualquier tipo y sé que siempre tendrás la fuerza para hacerlo.

Y sin pretender ponerme dramática, deseo que el día en que me muera no me recuerdes por haber sido tu guía, ni porque fui tu “amiga” usándote como recipiente de mis problemas, ni porque te eduqué y mucho menos porque te bendije. No quiero que veas mi imagen, sólo que sientas en tu corazón todo lo que te amo y así será donde quiera que yo esté, o no lo esté, cuando lo esté, porque el amor perdura más allá del ser.

Si algún día requieres de mi apoyo a pesar de la libertad e independencia que ya ejerces, porque también eres humana, aquí estoy incondicionalmente para lo que sea, para ti siempre.

Tu naturaleza es la de un espíritu libre, al que agradezco haber dado vida. Tu alma es enorme y densa en tu diminuto cuerpo y eso te hace como un agujero negro que absorbe toda la belleza del Universo, por eso dentro de ti hay galaxias, estrellas y luz infinita.

Mamá.