Apuntes para una teoría general de la crisis planetaria y de la humanidad
El objetivo de este texto es alertar a intelectuales, academia, educadores y tomadores de decisiones, sobre la debacle actual, global, económica, ecológica y ambiental del sistema capitalista. Se inspira en tres referencias: los artículos de Márquez Covarrubias (2010) y Marzo Carpio (2014), la pandemia Covid que llegó a colapsar los sistemas sanitarios del planeta, y alguna reflexión sobre nuestra infancia.


Mimeógrafo #141
Febrero 2025
Apuntes para una teoría general de la crisis planetaria y de la humanidad
Antonio Cruz Coutiño [1]
(México)
Homo homini lupus est [2]
El objetivo de este texto es alertar a intelectuales, academia, educadores y tomadores de decisiones, sobre la debacle actual, global, económica, ecológica y ambiental del sistema capitalista. Se inspira en tres referencias: los artículos de Márquez Covarrubias (2010) y Marzo Carpio (2014), la pandemia Covid que llegó a colapsar los sistemas sanitarios del planeta, y alguna reflexión sobre nuestra infancia.
Sintetiza los argumentos sólidos vigentes, respecto de la crisis del capitalismo. Cómo su esencia se expresa en utilidad, sometimiento, explotación y consumismo. Cómo sus niveles de extracción, contaminación y desperdicio ponen en riesgo el umbral de resistencia y reciclabilidad del planeta, y cómo el crecimiento demográfico y la sobreoferta de mano de obra es ya insostenible.
Sus dos primeras secciones revisan la vida rural y urbana del mundo inmediatamente anterior, y plantean la crisis planetaria actual a partir del calentamiento global y la contaminación del agua disponible. La tercera dimensiona al Covid y a las pandemias precedentes. Las dos siguientes revisan la cuestión demográfica y las calamidades asociadas: económica, ecológica, social, geopolítica y cultural. Y la sección sexta define el argumento que plantea la crisis global, humanitaria y del capitalismo, y sus rasgos esenciales: carácter estructural, alcance sistémico y envergadura civilizatoria.
Finalmente, en las dos últimas se bosquejan los retos de la humanidad. Se recuerda el papel histórico jugado por el libre pensamiento, las utopías y las revoluciones, al tiempo que se hace un llamado a ellas, y se plantea la urgente necesidad de detener el crecimiento poblacional.
1. Antecedentes
Nací a principios de 1960 en una pequeña ciudad mexicana, ubicada entre Chiapas y Centroamérica. Ella tenía entre 250 y 300 hogares; a lo sumo mil 500 habitantes. Carecía de agua entubada, drenaje y electricidad y, sin embargo, cada familia resolvía de manera eficaz sus necesidades. Con norias en sus patios, con manantiales alrededor, y arroyos y ríos que circundaban el lugar. Con fosas sépticas y retretes artesanales; con candiles, lámparas de queroseno y gasolina, e incluso con plantas eléctricas a diésel.
Teníamos caminos, calles empedradas, médico y dispensario clínico, canchas y escuelas; campo de aviación, servicio de correo, dos salas de cine, Ayuntamiento y cárcel. Había carnicerías y suficiente caza en las montañas circundantes. Salíamos al campo y regresábamos con flores, frutas, leña y tortolitas y codornices muertas. Nuestros excedentes de maíz y frijol se vendían en las ciudades próximas, igual que nuestra sal, reses y puercos.
Por esta razón, fácil se me hace distinguir entre aquella vida semi-rural, tranquila, placentera e incluso feliz, a ésta, la de las grandes ciudades descompuestas, infecciosas y atestadas. En donde la vida transcurre convulsa, los tiempos se acortan, el sueño es ligero, el dinero sustituye la cooperación, y todo es satisfacción artificial.
De ahí la lucidez de quienes tenemos sesenta años o más, al observar nítidamente cómo los recursos del suelo, de la naturaleza y del hogar de todos, no se gestionan ni se gobiernan correctamente. Al observar cómo las cosas van mal sobre la faz de la tierra, cómo el planeta se encamina hacia el desastre y la calamidad… ¡Claro! De continuar la humanidad con la devastación que destruye su propia casa.
2. Crisis planetaria, global y de la humanidad
Así que es evidente la formulación y aplicación errada de políticas públicas, en especial las relacionadas con el manejo de los recursos naturales y con los ecosistemas del planeta; terrestres y marinos.
Y tanto es así, que con cierta lectura y alguna dosis de ironía y crítica, nos es posible imaginar en poder de los seres humanos, aquellas facultades divinas que pudieran devolver al mundo, sus cualidades primigenias. O bien al menos, la posibilidad de que instituciones, grupos o individuos tuviesen las habilidades para desmenuzar sus complicaciones ambientales; analizar y hacer evidentes los traumas estructurales por los que atraviesa Gaia, Gea o el hogar común.
Fragmentar y discernir la realidad, la vida de la más pequeña localidad, o la de las megalópolis congestionadas. Para explicar por qué no son sostenibles y autosuficientes ahora mismo nuestros pueblos y ciudades; esas cuencas y manchas urbanas extendidas, desgarradas en el caso de los países pobres.
Para, en el camino de la explicación y el develamiento de tales razones, darnos cuenta, encontrar o descubrir ―de frente a aquella experiencia infantil― la crisis humanitaria general, global, profunda y planetaria en la que estamos inmersos. Crisis que hoy observamos, durante el corto horizonte de nuestras vidas, a través de las varias guerras del mundo y la peste Covid que embargó a todos.[3] Larga… terrible noche de pandemia: pantalla detrás de la cual se ocultan seis décadas de enfermedades virales largamente incubadas. Hoy expresadas tras dos años de restricciones sanitarias y crisis económica mundial.
Aunque, junto a la grave crisis, descubrimos también la velocidad acelerada de la propagación de estos padecimientos, epidemias y hoy pandemias generales; al igual que la información relativa a cómo los virus crecen y se reproducen en concordancia con el crecimiento demográfico de la humanidad. Mientras la enfermedad cala, duele y agobia, pues mata a nuestras familias, detiene la educación y la producción; nos deja sin empleos.
No obstante, como bien decimos en familia: “No hay mal que por bien no venga”, pues ahí está la excelente oportunidad que se abre, para visibilizar el tamaño de la crisis.
Para llamar la atención sobre esta crisis planetaria, que es al mismo tiempo humanitaria, civilizatoria y del sistema económico-social global. Pues si bien es cierto que el Covid, en lo inmediato actúa como un detonante, visibiliza las lacras de los sistemas sanitarios, de salud y de la política, por ejemplo. Transparenta incluso las de carácter estructural al nivel mundial, igual que la serie de males que ponen en entredicho la viabilidad del planeta.
3. El Covid y las demás pandemias
Así que es preciso despertar el interés de todos, con la esperanza de que al descubrir y tener conciencia de la causa de estos males ―la más profunda, la más dolorosa quizás―, podamos imaginar, construir entre todos… personas, colectivos, instituciones y estados nacionales, soluciones que poco a poco restituyan la armonía y la paz entre quienes habitamos la tierra: plantas, árboles, rocas, ríos, mares, montes, animales, personas.
Pero insistamos: el Covid, la crisis sanitaria y su negro manto resultante, si bien es la enfermedad colectiva más reciente del mundo y de quienes lo habitamos, ella no es una crisis sanitaria más, sino la cabeza grotesca del monstruo. O bien: la punta del iceberg de nuestra destrucción. Último eslabón de la cadena de acontecimientos sanitarios, uno a uno cada vez más terrible, sucedidos todos desde 1960; registrados cabalmente por la OMS y diversas instituciones: [4] más de noventa enfermedades virales espantosas, todas regionales, nacionales o mundiales, surgidas durante las últimas seis décadas.
Destaquemos entre ellas, por su elevado número de decesos, las siguientes: fiebre amarilla (Etiopía, 1960), Influenza H3N2 (China, 1968), Influenza H3N2 (Reino Unido, 1972), Viruela (India, 1974), Influenza H1N1 (Rusia, 1977), VIH/sida (mundial, 1981), fiebre amarilla (Nigeria, 1986), Cólera (Bangladesh, 1991), Meningitis (África este, 1996), Cólera (Luanda, 2006), Influenza H1N1 (México, 2009), Cólera (Haití, 2010), Sarampión (Congo, 2010), Ébola (Guinea, 2013), Influenza H1N1 (India, 2015), Zika (mundial, 2015), Cólera (Yemen, 2016), encefalitis (India, 2017), Influenza estacional (Estados Unidos, 2017), Ébola (Congo, 2018), Sarampión (Congo, 2019) y Dengue (América, 2019).
Aparte están las más cercanas, las que hoy nos afectan directamente: Covid-19 o virus del SARS Cov2, referida arriba, peste que hasta hace poco (20/12/2020) permeó al planeta en su conjunto, con más de 76 millones de contagios y arriba de un millón 600,000 defunciones. Misma que, de acuerdo con la segunda Proyección Mundial del Covid del Institute for Health Metrics and Evaluation [5] produciría entre dos millones 806 mil y tres millones 331 mil decesos al primero de abril de 2021.
Esas pandemias que no se explican por sí mismas, o sólo desde la salud pública de las naciones, desde el fenómeno de la morbo-morbilidad, o desde la infraestructura y los recursos sanitarios disponibles, sino desde la inquietante sobrepoblación mundial, la saturación de los espacios habitados, el calentamiento global y la pobreza y la miseria humana, ambas extendidas.
Tiempo preciso éste, el de hoy, para idear e hilvanar alternativas, basándonos en estas vías de descubrimiento y explicación; precisamente cuando los ojos de la humanidad se abrieron espantados ante el virus engendro, y ante nosotros mismos sus portadores. El monstruo que somos, el monstruo en el que nos hemos convertido.
4. Sobrepoblación y otras calamidades
En tal sentido, en primer lugar, debemos identificar la densidad demográfica de las grandes ciudades y de las áreas conurbadas y su hacinamiento, como una de las causas de la altísima propagación del Covid y demás congéneres. Pues inaplazable es explicar cómo la sobrepoblación es una amenaza universal. Ello debido a las elevadas tasas de natalidad, el incremento de la esperanza de vida, las altas tasas de fertilidad, la disminución de la mortalidad por enfermedades previsibles, y el incremento de la pobreza. Aunque advertimos: ninguna suposición o hipótesis debería plantearse desde la antigua percepción de Thomas Malthus (1766-1834) y el maltusianismo posterior, cuyas tesis continúan siendo determinadas por el agotamiento o la finitud de los recursos naturales.
La causa se encuentra en la sobrepoblación humana y en el crecimiento demográfico desbordado. Pues si bien es cierto que la población mundial se autoregula en ocho millones de humanos que deambulan por la tierra hasta el año 8000 aNE, y crece a los 250 millones tras la revolución agrícola inicial, para el año 1100 dNE hay 400 millones. Aunque con el siglo XVIII y la Revolución Industrial se acelera el crecimiento: en 1750 somos ya 771 millones de personas ―estalla la llamada “explosión demográfica”― y en 1800 hay 954 millones, en 1850, 1,241 y en 1900, 1,575 millones de seres humanos.[6]
Luego, durante todo el siglo pasado, la población casi se cuadruplica. En el año 2000 hay entre 6,071 y 6,137 millones de humanos ―dependiendo de las diversas fuentes de información―, y se cree que hay en 2020, ahora mismo, algo más de 7,800 millones; de entre los cuales, de acuerdo con el último Informe Anual del Banco Mundial, habría entre 710 y 733 millones de humanos que viven en la más absoluta pobreza.[7]
En otras palabras: con total independencia de las estadísticas, proyecciones, estudios demográficos y teorías asociadas [8] que pretenden la estabilización del tamaño de la población mundial, e incluso su reducción a lo largo del siglo pasado, la verdad más perceptible es que numéricamente seguimos aumentando por millones. Y la humanidad toda habría transitado por el colapso climático, alguna potencial catástrofe global y agotado las escasas reservas de recursos bióticos, para cuando por fin llegue a la auto regulación “natural”, asistida por la ciencia.
De modo que la conciencia y la razón demográfica de la crisis humanitaria está ahí. Conciencia y razón a la que todos rehúyen, evitan, o evaden. Temen darle la cara, sobre todo en el ámbito de la política, de los gobiernos, de las políticas públicas y de las cuestiones de Estado. Así desde el ámbito local y regional hacia arriba, y hacia los gobiernos provinciales, estatales y nacionales; todas amparadas en falsas razones éticas, ideológicas, o religiosas. Lo que igual se expresa en las instancias multilaterales, macro-regionales y de carácter mundial.
En segundo término, debería explicarse la multifactorial inconveniencia de la concentración demográfica espacial, la consecuente saturación de las urbes inmensas, macrocéfalas, y sus consecuencias vívidas: déficit de infraestructuras, insuficientes servicios públicos, barrios miserables, hacinamiento y promiscuidad.
En tercer lugar, tendríamos la necesaria explicación científico técnica ―aunque también político social―, del fenómeno del calentamiento global, provocado por los gases de efecto invernadero, la desforestación improductiva e innecesaria, y la contaminación del suelo, agua, aire y atmósfera; la industria química contaminante, siderúrgica y automotriz. Todo ello a su vez determinado por la expansión demográfica que demanda más y más energía; más y más plástico, hierro y acero y recursos naturales en general (Cfr. Marzo Carpio, 2014).
Explicación fundamental pues, antes del cambio climático, los virus y demás gérmenes permanecían en las especies grandes, mientras hoy emigran a las especies menores: murciélagos, aves, simios e insectos, y en general a los animales de granja. De donde transitan al ser humano, vía zoonosis directas o a través de vectores, debido a nuestro contacto con ellos. Universidades e instituciones científicas han demostrado el fenómeno, [9] se incrementan las noticias al respecto y, en concreto: el calentamiento global acelera la propagación de los virus, e incrementa las repercusiones epidemiológicas.
Y en cuarto lugar tendríamos que explicar el estigma de la pobreza, clave para la comprensión de esta crisis global. Pobreza cuyo estudio y clasificación ha llegado a lo risible, pues los reportes formales hoy refieren pobreza individual, colectiva y social; relativa, absoluta o extrema; temporal o coyuntural, permanente o estructural; rural, urbana e infantil; material o patrimonial, etcétera. [10] Pobreza que se encuentra en la base del atraso educacional y de los servicios públicos especialmente sanitarios; en el analfabetismo real y funcional generalizado, en el consumismo, en la contribución tributaria nula, en la depredación de los escasos bosques y en la delincuencia que cierra este círculo vicioso.
5. El capitalismo y sus desgracias
Razón explicativa para la comprensión de esta crisis planetaria entonces, es la pobreza y la exclusión, pues la perspicacia del origen de ambos fenómenos permite descubrir el defecto, la condición o el prerrequisito elemental del capitalismo. Nos referimos a la ganancia, plusvalía o utilidad; a su alma, esencia y emblema.
Por esa razón debemos comprender, sintetizar el desarrollo histórico del capitalismo; el sistema económico social imperante. Entender cómo durante las primeras fases de su desarrollo, ciertamente reporta ventajas para todos; individuos, sociedades y naciones. Durante la sucesiva implantación del Mercantilismo y sus consecuencias benéficas expresadas primero en la Revolución Industrial y luego en el Maquinismo; en la concomitante revolución científico tecnológica y en los avances ulteriores de las ciencias, en especial química, medicina y biología.
Aunque, a pesar de ello, en esa tarea descubriremos que todas las contrariedades que hoy aquejan al planeta y a sus habitantes, se originan en el sistema capitalista. Que la suma de tales desilusiones se expresa en la crisis humanitaria general. Que la conjunción de las crisis sectoriales, regionales y sistémicas al nivel mundial, son determinadas por el capitalismo, y que… a esa conclusión llegaremos tras el estudio de la sobrepoblación humana y su concentración espacial. Tras el estudio del calentamiento global y la pobreza y la exclusión social; igual que la comprensión del resto de sus aberraciones.
Completemos la lista: 1. Deforestación que extingue las escasas franjas de bosques y selvas remanentes, 2. Degradación y depredación de los recursos del subsuelo, minerales, hidrocarburos y mantos freáticos incluidos, 3. Agotamiento de las fuentes de agua dulce disponible, 4. Cambio climático global que ahora mismo lleva al deshielo de los glaciares y a la extinción de especies fáunicas y vegetales endémicas, 5. Desequilibrios alimentarios que provocan en algunas partes sobreproducción, abundancia y desperdicio, mientras en otras insuficiencia y hambre, 6. Migraciones desbordadas que ponen en riesgo la salud y la seguridad de los individuos y de las naciones, 7. Guerras; guerras insensatas por territorios y recursos naturales y energéticos, revestidas de ideología y nacionalismos, 8. Densidades demográficas inmanejables en algunas regiones del mundo y, por sobre todo, 9. La pobreza referida; pobreza extrema que se observa en esas condiciones subhumanas que todos conocemos: absolutamente degradantes para la dignidad humana; aberrantes, monstruosas.
Y a ellas debemos agregar dos lacras que se padecen en el ámbito local: en las ciudades la polución del aire que restringe a cada rato movilidad, transporte y actividad económica, y en el ámbito rural el pan de cada día de tantísima gente: contaminación, degradación y envenenamiento del suelo y del agua. Excesos o fallas sistémicas como imperfecciones, todas en absoluto: simples “externalidades negativas” desde la perspectiva del capitalismo y de sus valedores expertos y especialistas.
6. Crisis del sistema capitalista
Pero entonces, tras este reconocimiento, concluiremos al igual que otros analistas, entre ellos Aníbal Quijano (2014), Teresa Montagout (2011), Daniel Hawkins (2010) o Márquez Covarrubias (2010), que tal crisis global, humanitaria y del planeta, es al mismo tiempo ―irremediablemente―, crisis del sistema capitalista; crisis del capitalismo que hoy transcurre por su fase más perversa y repugnante: imperial, brutal, salvaje, depredadora y global. Fase de su expansión final, probablemente.
Cuando, a) La humanidad pierde el respeto a la naturaleza y a sus atributos: meteorología, vulcanismo, fuerza descomunal y extrema fragilidad al mismo tiempo, b) Cuando el sistema general intensifica su peculiaridad consumista, misma que se expresa en la sobre explotación de los recursos naturales, c) Cuando desde tiempo atrás ha sido evidente la falta de visión, valor y fuerza por parte de los líderes sociales y políticos mundiales; ello para remodelar el sistema socioeconómico, d) Cuando la sobrepoblación del planeta ha avanzado sin que nadie plantee intervenirla, y finalmente, e) Cuando hoy mismo es evidente la inconciencia, la tontería y falta de colaboración de la ciudadanía en todo el mundo, para detener esta cadena de disparates; este viaje sin retorno.
Así que ―expresábamos― concluiremos en primer lugar en que, el capitalismo es insostenible ecológicamente y desde cualquier punto de vista. Esto es: que las emisiones de dióxido de carbono natural y antropogénico (o que la huella de carbono de la humanidad, o de la producción y el consumo general), supera con creces los índices de auto regeneración del planeta, tal como se consigna en varios informes mundiales, entre otros en Schneider y Samaniego (2010), o en WWF & Global Footprint Network (2019).
En segundo lugar, diremos que es imprescindible ahora mismo el estudio y la reflexión; la construcción de una teoría que explique la densidad, la hondura y la inevitabilidad de la crisis. Ello con base en la compilación y sistematización de las propuestas e ideas luminosas surgidas al respecto en los últimos tiempos, al igual que aquella información estadística relativa. Aunque entonces, previamente, tendríamos que definir las características de esta crisis global.
Para poder asirla, para sacudirla desde sus cimientos y causas; para intervenirla desde la sociedad, las organizaciones, los gobiernos nacionales y los organismos multinacionales.
De modo que, a reserva de profundizar en los estudios pertinentes y en aquella compilación de ideas y estadísticas que se sugiere, a la crisis global, humanitaria y del capitalismo, podría observársele tres características esenciales, extensas: carácter estructural, alcance sistémico y envergadura civilizatoria.
Carácter estructural porque se expresa en todos los ámbitos de la organización espacio temporal mundial: las diversas dimensiones y niveles del macrosistema económico social, incluyendo política, gobierno y cultura. “Aprietos en la reproducción de la vida y de los valores de la convivencia humana”, como afirman Hinkelammert y Mora (2009).
Alcance sistémico porque afecta al macrosistema global en su conjunto; al capitalismo y a sus particulares esquemas económico-productivos, hoy colapsados por sobreproducción, sobreexplotación del trabajo, exclusión social y depredación de los recursos naturales.
Y envergadura civilizatoria ―e incluso paradigmática―, porque ahora mismo colisiona con las experiencias, tradiciones y saberes humanos más antiguos, y con los conocimientos, la ciencia y las nuevas tecnologías. En otras palabras: porque destruye ahora mismo saberes, experiencias y cultura de comunidades, pueblos y naciones. O, como bien expresa Márquez Covarrubias (Ibídem, p. 16): “vulnera el proceso de metabolismo social hombre-naturaleza y coloca en una encrucijada los fundamentos de la valorización [económica]”.
7. Luego entonces, ¿qué hacer?
Efectivamente. ¿Qué hacer entonces? Pues los estudios y análisis que se proponen, únicamente permitirían a la humanidad tomar conciencia del callejón sin salida en que se encuentra. Aunque… con base en ello podría tomar decisiones. Podríamos decidir los individuos, los ciudadanos, las comunidades, lo que aún tenemos en nuestras manos: transformar, sanear y sanar al mundo, el hogar de todos. Salvarlo y con él nosotros, a la humanidad. Pues la vida humana, nuestra vida, y en primer lugar nuestra salud, depende del bienestar de la tierra.
Y preguntar especialmente: ¿Qué hacer desde los intelectuales y la academia? ¿Qué hacer desde ciencia, tecnología y desarrollo? ¿Qué hacer desde política y ONG’s? ¿Qué hacer desde los organismos multinacionales y multilaterales? ¿Qué hacer desde ética, moral, ideología y religiones? ¿Qué hacer desde cultura, educación y formación de recursos? ¿Qué hacer desde familias e individuos?
Y nosotros respondemos sinceramente que… en especial a intelectuales y a eruditos de las ciencias sociales corresponde: pensar, definir y plantear nada menos que las bases científico-sociales de la revolución mundial próxima; revolución generalizada, multinacional, forzosa, necesaria e indefectible. Revolución que comprendería, por lo menos:
a) Introducir modificaciones substanciales al capitalismo, al sistema económico global. Pero sobretodo: b) Incidir en la transformación radical de los gobiernos nacionales ―a modo de obtener mayor autonomía provincial, regional y local, por ejemplo―, c) Democratizar hacia adentro la gobernanza regional y hacia afuera las bondades de la geopolítica mundial; d) Redimensionar las fronteras de la democracia global y los alcances de la democracia participativa; e) Desmantelar las falacias del malhadado “desarrollo económico-social”, hasta reelaborar su concepto; f) Garantizar verdadera conciencia y colaboración por parte de la ciudadanía, y atender finalmente, g) Todos los demás componentes socioculturales de carácter global.
Cierto es, sin embargo, que todo ello implicaría, necesariamente, tal como se ha hecho desde la filosofía y el libre pensamiento a lo largo de la historia: urdir e hilvanar sueños para salvar a la tierra y a la humanidad. E incluso discurrir y forjar utopías ahí en donde sea provechoso oponerlas a aquellos conservadurismos que se aferran al pasado. Utopías como sistemas deseables, realidades difíciles de concretar, mismas que, no obstante, siempre han sido el germen y el sustrato de las revoluciones.
¡Vamos pues, amigos terrenales, coterráneos, conciudadanos del mundo, a inventar, a elucubrar, a imaginar una tierra maravillosa y agradable! ¡Tierra pródiga y fecunda como la de nuestros primeros padres! El nirvana que se narra en el Génesis, en el Popol Vuh, en el Rig Veda, y en todos los mitos cosmológicos, cosmogónicos y creacionales de las diversas civilizaciones. Un planeta renovado como en el que vivieron nuestros ancestros. Vamos a elaborar ideas atrevidas ―nunca antes imaginadas―, alternativas sorprendentes, o por lo menos ahora impensables, extraordinarias.
8. ¡Paremos el crecimiento demográfico!
Aunque… mientras las utopías se piensan y ellas maduran; mientras los sueños se cumplen y la revolución toma forma, algo tenemos que hacer para reducir de una vez por todas ―enérgica, drástica y eficazmente―, el tamaño de la masa demográfica mundial. Detener el crecimiento demográfico global. Reducir las tasas de crecimiento por debajo de cero, obtener tasas negativas de crecimiento; concretar tasas de decrecimiento poblacional.
Y debemos actuar ya, ahora mismo, antes de que nuestros congéneres irresponsables hayan acabado con todo. Antes de llegar al punto del retorno imposible, tal como se narra en las películas contemporáneas del apocalipsis humano; en el filme Cuando el futuro nos alcance (1973), o en la saga Mad Max.[11] Esto es: antes de encontrarnos ante el umbral máximo de resistencia de la tierra, potencial extremo de reciclabilidad del planeta. Zona espacio-temporal en la que aún sería posible la reversibilidad; posible recomponer y restituir las cosas. Aunque no justo después, punto a partir del cual el desastre ecológico y ambiental sería inevitable, como en el caso de la extinción de las especies fáunicas y vegetales.
Y es todo, amigos, colegas. Gracias por su asimilación.
[1] Antonio Cruz Coutiño es sociólogo, estudioso de las identidades de Chiapas desde su oralidad, habla popular, mitología y tradiciones. Es miembro de varias sociedades académicas, cronista Ad Honorem de los Cuxtepeques, y de la vida sociocultural del estado. Tiene en su haber varios libros publicados. cruzcoutino@gmail.com
[2] “El hombre es el lobo del hombre”, aunque más bien el ser humano en general, de acuerdo con la mejor traducción. Sentencia vieja, anterior a esta su formulación latina. Popularizada a raíz de la divulgación de la obra El Leviatán (1651) del filósofo inglés Thomas Hobbes; variación de la que se encuentra en Asinaria (De los asnos), de Plauto, el comediógrafo latino (251-184 aNE).
[3] La pandemia Covid 19, provocada por el virus SARS Cov2, o “coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave tipo 2”, se identifica por primera vez en diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan, capital de la provincia Hubei, República Popular China. Cuando se reportan casos de una neumonía desconocida. La mayoría vinculados con un mercado mayorista de mariscos al sur de la ciudad. La OMS, Organización Mundial de la Salud, la reconoció como pandemia el 11 de marzo de 2020.
[4] Entre ellas Wikipedia, página digital de donde se obtienen los datos que luego se exponen.
[5] IHME, por sus siglas en inglés, organización internacional independiente, adjunta a la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, EU. Los datos exactos son: 2’528,605 casos bajo “acatamiento de todas las previsiones sanitarias” y 3’330,936 en condiciones de “relajamiento de las mismas previsiones”. Mientras que los “infectados diarios” serían 806,141 bajo la primera circunstancia y 3’029,659 bajo la segunda. Véase información adicional en: https://covid19.healthdata.org/global?view= total-deaths&tab=trend.
[6] Cifras y referencias que se basan en las fuentes y precisiones aportadas por Mercedes Alcañiz (2008).
[7] Esto debido a sus proyecciones, mismas que incluyen el efecto negativo de la pandemia reciente. De modo que la pobreza extrema al nivel mundial se incrementaría ahora entre 88 y 115 millones; es decir ella oscilaría en el rango de entre 9.1 y 9.4 % de la población mundial.
[8] La Teoría de la Transición Demográfica desarrollada entre 1929 y 1963 por Warren Thompson, Kingsley Davis, Frank Wallace y Francine Van de Valle, entre otros; la Teoría de la Segunda Transición (1986) de Lesthaghe y D. J. van de Kaa, y la actual Teoría de la Revolución Reproductiva de John McInnes y Julio Pérez Díaz.
[9] Véase, por ejemplo, el reporte de Pérez Rodríguez (2011), o la información en línea actualizada permanentemente por The Global Health Observatory (OMS, 2020).
[10] Tal como se lee en los informes sobre los Objetivos del Milenio de las Naciones Unidas (2001 y 2015), y en múltiples estudios y metodologías. Entre ellas las del CONEVAL (2014) en México, cuya clasificación define los siguientes tipos de pobreza: moderada, extrema, alimentaria, patrimonial, de capacidades y multidimensional.
[11] En especial The road warrior de 1981 y Fury Road de 2015, aunque también son valiosas: Waterworld (1995), Time of de wolf (2003), The day after tomorrow (2004), The road (2009) e Interestellar (2014), entre otras.
Referencias bibliohemerográficas
Alcañiz, Mercedes (2008). Cambios demográficos en la sociedad global, Papeles de Población, (57), 227-254.
CONEVAL (2024). Medición multidimensional de la pobreza en México. www.coneval.gob.mx
Hawkins, Daniel (2010). ¿Crisis internacional o crisis del capitalismo?, Colombia Internacional, (71), 211-233.
Hinkelammert, Franz y Mora, Henry (2009). Por una economía orientada hacia la reproducción de la vida, Iconos Revista de Ciencias Sociales, (33), 39-49.
Márquez Covarrubias, Humberto (2010). Crisis del sistema capitalista mundial. Paradojas y respuestas, Polis Revista Latinoamericana, (27). http://journals.openedition.org/ polis/978
Marzo Carpio, Mariano (2014). Energía, desarrollo y demografía, Dendra Médica. Revista de Humanidades, 13 (2), 182-196.
Montagout, Teresa (2011). El capitalismo y su crisis. ¿Qué tipo de crisis?, Revista Internacional de Organizaciones, (7), 119-132.
Naciones Unidas (2001). Guía general para la aplicación de la Declaración del Milenio. Informe del secretario general. (A/56/326), 69 pp.
——— (2015). Objetivos de desarrollo del milenio. Informe 2015, 72 pp.
OMS (World Health Organization) (2020). The global health observatory, https://www.who.int/data/gho
Pérez Rodríguez, Antonio (2011). Variabilidad y cambios climáticos. Impacto sobre algunas enfermedades infecciosas, Revista Habanera de Ciencias Médicas, 10 (3), 372-381.
Quijano, Aníbal (2014). Sobre la naturaleza actual de la crisis del capitalismo, Cuestiones y horizontes de la dependencia histórico estructural, http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20140506025405/eje1-3.pdf
Schneider, Heloísa y Samaniego, Joseluis (2010). La huella del carbono en la producción, distribución y consumo de bienes y servicios. Naciones Unidas, CEPAL y República Francesa (LC/W.298), 46 pp.
Cronología de las epidemias. (14 de octubre de 2020). En Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:cronolog%C3%ADa_de_epidemias
WWF & Global Footprint Network (2019). Informe UE 2019. Vivir por encima de los límites de la naturaleza en Europa. Unión Europea, 35 pp.